Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Remando contra las secuelas del ictus

El moañés Pablo Paz Collado relata cómo este accidente cardiovascular cambió su vida en segundos y cómo afronta su lucha diaria para superar sus efectos físicos y emocionales

Pablo Paz Collado, en el Club de Remo Vila de Cangas, del que es técnico. // Gonzalo Núñez

Hay una fecha en el calendario que a Pablo Paz Collado se le ha quedado grabada para siempre: el 4 de noviembre. Ese día, va a hacer ahora dos años, sufrió un ictus. Por la mañana, como hacía muchas veces, fue a visitar a su hermano a la tienda. Allí, mientras hablaban, la voz se le quebró por un momento. "Me sentí raro, y decidí irme a casa y tumbarme un rato en la cama. Y cuando me levanté, me desplomé al suelo. En ese momento empezó la impotencia, porque intentaba levantarme pero no me respondía el cuerpo. Quería apoyar una rodilla, un brazo para ayudarme, pero no era capaz", recuerda este moañés. Tenía 47 años.

Como Pablo, unas 130.000 personas sufren un ictus cada año en España, de las cuales 80.000 fallecen o quedan con alguna discapacidad, y, aunque en el 75% de los casos afecta a mayores de 75 años, también golpea en edades mucho más tempranas, como es el caso de este moañés, padre de cuatro hijos, de entre 22 y 12 años.

Fue su hijo mayor quien, mientras su mujer llamaba a los servicios de urgencias, lo ayudó a incorporarse. Pablo tampoco podía decir qué le pasaba, porque no era capaz de hablar. Sin embargo, no perdió en ningún momento el conocimiento, por lo que era consciente de todo lo que sucedía a su alrededor. "Estaba muy asustado. Esa noche, ya en el hospital, no dormí nada", afirma.

E l ictus, cuyo día mundial se conmemora hoy, fue un duro golpe físico y emocional que trastocó su vida y la de su familia. "De repente, pasé de llevar una vida a mil a no hacer nada porque ni siquiera podía comer solo. Pero el ictus no solo lo padeces tú; también tu familia lo sufre", reconoce.

Y es que este accidente cerebrovascular aparece así, de repente, como consecuencia de la interrupción del flujo sanguíneo a una parte del cerebro (isquemia cerebral) o de la rotura de una arteria o vena cerebral (hemorragia cerebral). Pablo sufrió el primero, un ictus isquémico que le afectó toda la parte izquierda del cuerpo. "Yo soy zurdo, así que ahora estoy aprendiendo a escribir y a manejarme con la derecha", dice.

Pablo tiene reconocida una incapacidad del 72%, que, sin embargo, no le ha impedido cumplir su sueño: seguir vinculado al remo. "Llevo desde los ocho año en traineras. Ahora no puedo remar, pero me acabo de incorporar como técnico al Club de Remo Vila de Cangas y llevo a un equipo de juveniles. Entrenar para mí es muy terapéutico", afirma.

Reconoce que por su cabeza pasaron pensamientos de todo tipo durante las semanas posteriores al ictus. "No quería ser una carga para mi mujer y mis hijos", dice. Sin embargo, decidió luchar y ganarle terreno al ictus. "También me ayudó mucho el trato que recibí en el hospital: las chicas de recepción, las enfermeras, los médicos rehabilitadores, los neurólogos... Ir a rehabilitación era casi una alegría", afirma este paciente de Povisa.

Durante un año estuvo yendo todos los días a rehabilitación. Su mujer lo traía y lo llevaba. Casi dos años después, continúa yendo al fisioterapeuta. "Esto me supone unos 400 euros al mes, pero quiero hacer todo lo que pueda para recuperarme. También voy tres horas todos los días a la piscina. Yo recomiendo a quien haya sufrido un ictus que se mantenga activo, que haga algo que le guste, y que no se quede en el sofá", aconseja.

El ictus no solo le paralizó medio cuerpo. También cambió el carácter. Se ha vuelto más impaciente, irascible y sensible, confiesa. "Todos los días me digo a mí mismo que voy a tomarme las cosas de otra manera, pero a final termino contestando mal o gritando a mi mujer o a mis hijos", confiesa.

Beatriz Balsa | Médica rehabilitadora

"Cuando uno tiene un ictus, la vida no se termina, sino que empieza una diferente"

Beatriz Balsa es una de los médicos rehabilitadores que acompañó a Pablo Paz durante el primer año de rehabilitación, que por su afectación incluyó terapia ocupacional, fisioterapia y logopedia. Esta especialista del hospital Povisa reconoce que cada paciente de ictus es un caso único y que su recuperación depende de múltiples factores, pero que es importante mantener una actitud positiva ante el reto que representa un accidente cardiovascular.

"Yo siempre les digo que la vida no termina cuando uno tiene un ictus, sino que empieza una diferente, y que hay que trabajar desde el primer momento para que la recuperación sea máxima, e ir pasito a pasito porque es un proceso de largo recorrido", sostiene.

La rehabilitación debe comenzar inmediatamente después del ictus. "De hecho, el médico de planta nos avisa de que ha ingresado un paciente con ictus y nosotros, los médicos rehabilitadores, subimos para ver en qué situación se encuentra para programar el tratamiento que necesita, que generalmente es fisioterapia, porque estos pacientes suelen tener una pérdida de movilidad en un lado del cuerpo y nosotros intentamos mejorar la fuerza en ese lado", asegura.

La evolución clínica de un ictus es muy variable. "Hay pacientes que no recuperan nada de la movilidad perdida y otros que consiguen recuperar el cien por cien. Sin embargo, la mayoría suele mejorar en algún área de su afectación", explica.

Factores como la edad, la severidad del ictus, la zona del cerebro afectada y la actitud de la propia persona frente a su afectación determinan el grado de recuperación. "Dos pacientes con la misma pérdida de fuerza pueden recuperar de forma diferente según la actitud que tenga y de lo motivado que esté para trabajar. Desde luego, un paciente deprimido no va a trabajar y el estímulo de trabajo los primeros meses es fundamental para la recuperación en este tipo de procesos", explica.

Los objetivos del programa de rehabilitación se van marcando según el grado de afectación del paciente y de su evolución. "Vamos poco a poco, y según vamos consiguiendo cosas, vamos exigiendo más. Hay que ser positivo, pero realista. Nosotros y ellos", afirma.

Según la doctora Balsa, Pablo es uno de esos casos de pacientes luchadores. "A pesar del impacto psicológico que produce un ictus hasta que asumes la situación, y Pablo también lo pasó muy mal al principio, siempre fue muy realista pero muy luchador. Él quería mejorar e intentar ponerse mejor", afirma.

Compartir el artículo

stats