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GALLEGOS EN LA CIMA

"Brasil me recuerda a España en 2008, antes de que estallase la crisis"

El vigués, doctor en Filología gallega, es profesor de la Universidad de Goiás y director de su Centro Editorial y Gráfico, donde utilizan linotipias antiguas

Su niñez coincidió con la reconversión industrial y la decadencia de astilleros y fábricas como Santa Clara o La Artística. Antón Corbacho (Vigo, 1973) relaciona este "trauma" con su actual empeño en demostrar que el trabajo artesanal de las antiguas linotipias sigue teniendo un hueco en nuestros días y que una universidad puede disponer de un taller gráfico rentable, algo que tanto en Brasil como en España constituye una rareza. "No es una cuestión ideológica, sino casi sentimental. Es posible tener una producción que cumpla los plazos, con calidad y rentable", defiende el director del Centro Editorial y Gráfico de la Universidad Federal de Goiás.

Unas prácticas durante la carrera de Filología gallega le llevaron en el 96 a la ciudad de Goiânia, en pleno corazón de Brasil. "Coincidió con la creación de la licenciatura en Español y necesitaban profesores. Llamé a mi madre desde una cabina para contarle que me quedaba y ya han pasado 20 años", admite Antón, que imparte clases de Lengua y Literatura en el grado y Estudios de Cultura a los alumnos de doctorado.

Antes de su actual responsabilidad, dirigió la Escuela Oficial de Idiomas -en Brasil pertenecen a las universidades- y consiguió aumentar su matrícula de 900 a 3.000 alumnos. "El boom por el español, cuando el Mercosur parecía el maná, ya pasó. Hoy es le tercer idioma por detrás de inglés y francés", revela.

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Desde hace un año, lidera el Centro Editorial y Gráfico, por donde pasa todo el material de la Universidad. El servicio incluye un taller tipográfico que utiliza las tres linotipias americanas y las impresoras alemanas adquiridas por la Universidad en los 60. "Forman parte de nuestro patrimonio técnico y cultural. Y no se trataba solo de ponerlas bonitiñas, sino de que volviesen a producir. Nuestro linotipista tiene 72 años y tanto para él como para el resto de trabajadores del taller es como volver a la juventud. Aunque al principio se mostraban desconfiados ante la idea", bromea en un gallego con sotaque brasileño.

Los usuarios tienen la posibilidad de editar sus obras recurriendo a los modernos procedimientos o convertirlas en pequeñas joyas de papel a través de la antigua maquinaria. "Los lanzamientos de estos libros los hacemos en el taller para que tanto el autor como el público conozcan cómo se producen", apunta.

El vigués ha sido testigo del enorme crecimiento de Goiânia, una ciudad de solo 83 años y que vive fundamentalmente de los servicios, la agricultura y la ganadería. Entre su colonia de gallegos hay varios matrimonios mixtos que se fueron de España durante la reciente crisis, pero también algún integrante de la generación que se desplazó a mediados del siglo pasado a la naciente urbe tras haber participado en la construcción de Brasilia.

"Hoy tienen entre 70 y 90 años y fueron emprendedores que montaron sus propios negocios como la empresa de remolques Industria España Brasil, cuyo dueño era de Vilaboa", relata. Otro grupo también "muy envejecido" lo formaban monjes católicos.

Antón conoce muy bien la emigración pues se doctoró por Santiago con una tesis sobre el vacío galleguista en Brasil: "Vinieron decenas de miles de personas a trabajar. Pero, al contrario de lo que ocurrió en Uruguay, México, Cuba o Argentina, aquí no se reunió ningún grupo de intelectuales exiliados. No se crearon periódicos ni hubo una Inteligentzia de gran formación intelectual y política. En definitiva, no hubo un Castelao en Brasil".

Aun así, el vigués descubrió a José Casais, que era cónsul en Chile cuando estalló la Guerra Civil en España y decidió quedarse en Brasil, donde escribió una guía con itinerarios turísticos alternativos. Y también las historias de Álvaro de las Casas, autor de varios libros de viajes o del primer romance sobre la homosexualidad, y Pepe Velo, que participó en el secuestro del buque Santa María y se exilió en Sâo Paulo.

A pesar de haber acogido a tantos gallegos, los brasileños, obviando el caso de Salvador de Bahía, conocen poco de su tierra de procedencia más allá del Celta y el Deportivo y del Camino de Santiago. "Es impresionante este fenómeno. Aquí se inspiran en él para hacer rutas religiosas", destaca.

Antón colabora con el grupo de investigación Galabra de la universidad compostelana y actualmente participa en un proyecto financiado por el ministerio sobre los impactos negativos del Camino. "En parte debido a la obra de un brasileño, Paulo Coelho, se relaciona con el esoterismo y la magia, y en lugar de recuerdos de azabache se venden brujas. Santiago solo es la catedral, muchos peregrinos y turistas no se quedan a dormir ni disfrutan de la gastronomía gallega. Es un turismo muy parásito", explica.

Su contribución está relacionada con los libros que publican los brasileños de clase media alta tras hacer el camino: "Hay más de 500 y todos siguen el modelo de Coelho negando que sea un género".

Antón no es muy optimista con la situación actual de Brasil "Me recuerda a España en el inicio de la crisis, cuando unos estaban convencidos de que estallaría y otros decían que era algo temporal. La gente de izquierdas está desencantada, hay mucha corrupción y el gobierno está muy desgastado". Casado y con dos hijos a los que le encanta Galicia, le gustaría volver algún día: "Aunque para eso siempre hay tiempo".

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