En el Vigo de finales del siglo XIX y del XX la gente se divertía paseando por la calle Príncipe y la Alameda; iban a bailes a locales y al aire libre en los que competía la danza tradicional con el moderno agarrado que la Iglesia criticaba en sus homilías; las mujeres y los hombres tenían pocas oportunidades de reunirse ya que tanto en la escuela como en misa, en los paseos y procesiones estaban siempre separados. Los niños tenían poca vida infantil ya que desde muy pequeños comenzaban a trabajar y el vino era el mejor aliado de niños y mayores para no contraer las enfermedades del agua contaminada que era tan habitual en la época.

El historiador Xavier Castro - profesor de Historia Contemporánea de la Universidade de Santiago de Compostela y autor del libro "Historia da vida cotiá en Galicia. Séculos XIX e XX"- acercará todos estos y muchos más aspectos del Vigo del siglo pasado, en el contexto general de Galicia, en un curso que impartirá en la UNED Senior en Vigo (con sede en la calle San Vicente, 3) del 31 de marzo hasta el 30 de mayo. Aunque el curso es para mayores de 55 años, también está abierto a oyentes de cualquier edad interesados en el tema.

Las tertulias en los cafés en los que se reunían figuras como Álvaro Cunqueiro, Alberto Casal, Castroviejo, Álvarez Blázquez, Ferrín, Laxeiro y Colmeiro, entre otros, tuvieron una importancia vital en la vida literaria del Vigo de la época. "Los años 50 y 60 fueron los más brillantes en este aspecto; los cafés eran un lugar donde habitualmente y de forma espontánea se debatían ideas políticas, literarias y estéticas. La gente tenía más tiempo libre que ahora y muchos escritores, además, pedían el "servicio de escritura" (unas cuartillas de papel, pluma con tintero y secante) y se pasaban largos ratos trabajando en los cafés que eran más confortables que sus propios hogares y tenían calefacción", relata el historiador.

Separación por sexos

Las mujeres comenzaron a entrar en las cafeterías modernas a partir de los años 60, en las más céntricas y solo a ciertas horas. "La separación entre hombres y mujeres estaba muy marcada en casi todos los ámbitos de la vida social; en la escuela estaban separados, pero también en misa, en las procesiones y en los paseos era costumbre que no se mezclasen ambos sexos", destaca Castro. Los noviazgos eran bastante largos "ya que el matrimonio era para toda la vida", recuerda. "Muchos de esos matrimonios eran por interés, incluso entre los sectores más populares, y ninguna mujer podía aspirar a casarse sin dote", añade el historiador.

Las calles de Príncipe, la Puerta del Sol, la Alameda y la zona del Puerto eran los espacios más frecuentados para los paseos. "Los cines, como el Ronsel o el Tamberlick, eran también una forma de ocio muy popular ya que las entradas tanto para ver películas como para los espectáculos eran bastante baratas", apunta Castro.

Y el baile era la otra gran evasión. "A principios del siglo XX había una polémica entre el baile tradicional gallego y el moderno agarrado, que era considerado pecaminoso por los curas y lo criticaban en sus homilías. También en los años 20 y 30 comenzaron a hacerse un hueco en las pistas de baile el tango y el foxtrot", recuerda el historiador.

La alimentación es otro de los temas destacados que trata Castro en su libro y planteará en el curso. "Los pescados baratos como la sardina y el jurel formaban una parte importante de la dieta de los vigueses, muchos de los cuales los pescaban ellos mismos para ayudar en el sostenimiento de la familia, que podía ser de seis, siete u ocho personas", describe el experto. Del mismo modo, Castro recuerda que era habitual tener un huerto. El vino formaba parte de la alimentación y funcionaba como "bebida saludable". "Hay que tener en cuenta que muchas casas tenían pozos negros y que la red de alcantarillado era insuficiente por lo que era habitual que se contaminaran las fuentes públicas y se propagasen enfermedades como la fiebre tifoidea. Por eso era habitual que también los niños bebieran vino e, incluso, aguardiente, y hay testimonios de maestras que decían que los alumnos iban mareados al colegio", relata.

Además de las clases teóricas, los alumnos del curso visitarán lugares de la memoria viguesa y museos y recurrirán a la prensa antigua, documentales y fragmentos de películas para comprender mejor ese Vigo del que ellos mismos vivieron una etapa. "El diálogo, por supuesto, va a ser muy interesante, porque ellos también tienen mucho que aportarme a mí", concluye el profesor.