La presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner aprovechó muy bien su visita de ayer al Papa Francisco. La empleó para reivindicar la soberanía de su país sobre las islas Malvinas, para lucir un elegante modelo negro -sombrero incluido- y para esparcir por todo el mundo una fotografía suya besando al Pontífice, una imagen muy inusual que fue estratégicamente difundida por los servicios de información de la propia presidenta.

La mandataria almorzó con su compatriota -hasta el pasado miércoles cardenal arzobispo de Buenos Aires- en el Vaticano, en la víspera de la misa de entronización de Jorge Mario Bergoglio, que hoy congregará en la Plaza de San Pedro a delegaciones oficiales de 132 países. España estará representada al más alto nivel, con los Príncipes de Asturias, el Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y los ministros de Asuntos Exteriores, Justicia e Interior.

Con posterioridad al encuentro con el Papa, Cristina Fernández compareció ante los medios de comunicación en un hotel romano -con dos horas de retraso- y allí relató con detalle la conversación y algunas impresiones. Cristina Fernández pidió al Sumo Pontífice "su intermediación para conseguir el diálogo en la cuestión de las Malvinas". Se trata, subrayó, de "un tema muy sentido para los argentinos y para esta presidencia". La réplica británica fue inmediata. Londres declaró que no espera que el Papa argentino vaya a intervenir en el contencioso y subrayó que los malvinenses han reafirmado recientemente en un referéndum su deseo de ser británicos.

La mandataria argentina recordó momentos duros vividos en 1978 con Chile, cuando en ambos países había dictaduras y casi se llegó a la guerra por el conflicto por el Canal del Beagle, para después añadir que ahora en el Reino Unido y Argentina hay gobiernos democráticos y "es necesario que se cumplan las más de 18 resoluciones de Naciones Unidas para sentarnos a dialogar". "Es imprescindible para que todos los países cumplan las resoluciones de Naciones Unidas, y nuestra instancia al Papa va en esta dirección", añadió Fernández.

Otros asuntos que abordaron, explicó la presidenta, fue la trata de personas y la esclavitud, asuntos que -afirmó- siente también mucho el Papa Francisco. Asimismo, aprovechó la ocasión para invitar a Bergoglio a volver a Argentina, esta vez como Papa Francisco. "Tiene una agenda ya repleta, pero obviamente desea visitar Argentina", explicó Cristina Fernández, quien agregó que el Pontífice le comentó "que lo consultará con sus colaboradores" y que "trabajarán para poner una fecha a este viaje".

Cristina Fernández afirmó que ha visto al Papa "sereno, seguro y tranquilo, en paz". Pero también "ocupado y preocupado por la inmensa tarea de conducir el Estado vaticano y el compromiso de cambiar las cosas que él sabe que tiene que cambiar". "¡Cómo no iba a venir a almorzar con él!", destacó la mandataria, quien enfatizó que le encantó este detalle que caracteriza "la sencillez" de Bergoglio.

Para la ceremonia de hoy, cuyo comienzo está previsto para las nueve y media de la mañana, el protocolo establecido señala que el Pontífice saludará a los jefes de las 132 delegaciones oficiales en el interior de la Basílica de San Pedro, tras finalizar la misa del Inicio del Ministerio Petrino del Obispo de Roma. Se estima que la eucaristía durará en torno a dos horas. El Papa ha decidido simplificar algunos detalles de la ceremonia, segun indicó el portavoz del Vaticano, Federico Lombardi. Mañana, miércoles, el Francisco recibirá en audiencia a las delegaciones de las Iglesias y comunidades cristianas y de otras religiones.

Lombardi anunció que el informe "Vatileaks" sobre el escándalo de las intrigas, enfrentamientos y supuestos casos de corrupción en el Vaticano obra ya en poder de Francisco. "Por supuesto que está a disposición del Papa, pero con tantas cosas como tiene que hacer en estos días, no creo que haya tenido tiempo de leerlo", señaló Lombardi. Benedicto XVI creó en la primavera del pasado año una comisión formada por tres cardenales octogenarios y determinó que el contenido del documento no fuera desvelado, sino que pasase directamente a manos de su sucesor. De este modo, la documentación no fue archivada, como es habitual tras la muerte o renuncia de un Papa, cuando todo el material del pontificado es guardado para su estudio y no se publica hasta pasados unos años.