- Dirigida por Ángel Fernández Montesinos.

- Teatro del Centro Cultural Caixanova. Viernes, 24. 20.30 horas

El novelista Ira Levin, autor, entre otros éxitos cinematográficos, de la novela en la cual se basaba "La semilla del diablo", aquel inquietante filme de Roman Polanski, es también el creador de la comedia dramática de intriga norteamericana más representada en todo el mundo. "Trampa Mortal", que así se llama el texto, llega ahora al escenario del García Barbón de la mano de la compañía de Paco Valladares, actor sobradamente conocido por el público gracias a su presencia hasta hace poco constante en la televisión, y lo hace acompañada de la también televisiva María Garralón (Verano Azul, Farmacia de Guardia).

A pesar de la fama de tan conocidos rostros, y precisamente por ello, hay en la obra una tensión constante entre el protagonismo de los actores y el peso del texto dramático, que una y otra vez vuelve a sobreponerse a la presencia escénica y física de los intérpretes para convertirse en el verdadero protagonista. Y es que la comedia de Levin no es un policiaco convencional; hay en ella un intento por dotar a la trama de una dimensión doble, una segunda lectura netamente teatral: la intriga se desenvuelve ante nuestros ojos sin que nada de lo que ocurra o va ocurrir se nos oculte, y el ingenio está en no permitir que nos demos cuenta de ello. La autorreferencialidad retorna una y otra vez regalándonos una sonrisa irónica compartida con los personajes. No es teatro dentro del teatro, pero sí es un texto dentro de otro texto, haciendo que la relación entre ficción y realidad se haga estrecha y, por momentos, caprichosa.

El veterano Paco Valladores, que hace el papel de un viejo dramaturgo cuyo éxito ha venido cada vez a menos, ejerce de manera impecable su rol de protagonista con una interpretación muy espontánea y natural solo salpicada por algunos momentos tópicos necesarios para el descanso cómplice del respetable. Junto con el, destaca de manera evidente María Garralón, quién sin duda alguna es la responsable de muchos de los momentos más brillantes de la pieza, a pesar de que su acento extranjero (interpreta una pitonisa alemana) le impide trabajar a gusto con su particular manera, entre inocente y chulesca, de decir.

El resto de los actores (Marisa Segovia, es la mujer del escritor; Rafael Esteban, su amigo y abogado; Alejandro Navamuel, una nueva promesa de la dramaturgia de intriga) se limitan a hacer bien su papel de secundarios y aceptan con oficiosidad una interpretación que por momentos parece dirigida a contrastar con la de las primeras figuras.

El espectáculo, en definitiva, entretiene. Es lo que se propone y también lo que consigue. Aunque es posible que en la labor de dirección (Ángel Fernández Montesinos) se haya echado en falta algo más de trabajo en los momentos de tensión que la trama genera, aunque también es cierto que la escenografía (Wolfang Burman) excesivamente realista y recargada, no ayude mucho a transmitir emociones dramáticas intensas, más allá de la sorpresa o el suspense.