José Luis Jorcano Noval (Gijón, 1949) se formó como físico teórico -es doctor en Ciencias Físicas- antes de dar el salto a la biología, atraído más por las formas reales de vida que por su formulación matemática. Dirige la Unidad de Biomedicina Epitelial del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas de Madrid (Ciemat). Durante siete años estuvo al frente de la Fundación Genoma de España y su actividad investigadora se desarrolla en el epicentro de la biotecnología, en lo que hoy es vanguardia de la ciencia. Jorcano advierte de la necesidad de que España no pierda este nuevo tren científico y lamenta las resistencias empresariales ante un sector que está llamado a ser clave en la economía.

-¿Cómo fue su paso de la física a la biología?

-Me atraían muchos las dos cosas y me decidí por la física. Cuando estudiaba cuarto y quinto empecé a darme cuenta de que, en la física teórica que yo estaba estudiando, había demasiada distancia entre el formalismo matemático, muy complejo, con el que se trabaja y la realidad física subyacente y fue eso lo que me llevó a la biología.

-¿Y cómo acabó centrándose en la investigación de la piel?

-En el campo de la biología pasé del estudio físico-químico sobre la molécula de ADN a una biología muy orientada hacia la clínica, que es lo que hago ahora. En Alemania me interesé por una familia de proteínas, la de los filamentos intermedios que forman el esqueleto celular, y por un tipo específico, las queratinas, que son las que están en las células epiteliales y que son muy importantes porque la mayor parte de los tumores se generan en ellas. El epitelio más accesible era la piel, por tratarse del más fácil de observar y manipular.

-¿Sobre qué aspectos concretos de esa investigación trabaja ahora?

-Lo que más me interesa es la aplicación clínica del trabajo que hacemos en el laboratorio, la división que dirijo en el Ciemat, una división muy compleja que monté yo y que estudia muchos aspectos relacionados con los epitelios, no solo la piel sino también los epitelios mamarios y otros que son muy importantes desde el punto de vista del cáncer. Hacemos estudios que van desde la biología molecular y celular básica hasta las aplicaciones clínicas de esa investigación, que son de las que más directamente me ocupo. En el campo de la piel estamos interesados en lo relativo a las úlceras, en el proceso de cicatrización. Hay algunas úlceras que afectan a grupos importantes de la población, por problemas circulatorios o la diabetes, y otro tipo de enfermedades raras que causan una fragilidad extrema de la piel por defectos genéticos y que conllevan gran sufrimiento para los pacientes. No sabemos curarlas aunque conocemos su origen genético y aplicamos cultivos celulares y técnicas de ingeniería tisular en un intento de paliar los efectos devastadores de esa enfermedad.

-Usted es copartícipe en media docena de patentes como resultado de sus investigación. ¿Están todas ligadas al ámbito de la piel?

-Sí. Toda esta investigación no la podríamos desarrollar sino fuera por nuestra colaboración con Álvaro Meana, que trabaja en el Centro de Tejidos del Principado y cuya aportación es crucial. Sin su concurrencia, nosotros seríamos muy buenos científicos básicos pero no tendríamos la capacidad de desarrollar la vertiente clínica.

-De todas esas patentes, ¿cual considera de mayor trascendencia?

-La más importante para nosotros fue la primera en la que, en estrecha colaboración Álvaro Meana, desarrollamos un método para producir en el laboratorio piel humana. A partir de un centímetro cuadrado de piel, el tamaño de un sello de correos, somos capaces de generar, en un período de tres o cuatro semanas, dos metros cuadrados de piel, el equivalente a toda la superficie corporal de una persona. Esto nos permitió llevar a cabo la primera aplicación de nuestra investigación en quemados extensos, que cuando presentan quemaduras en más del 60 por ciento del cuerpo tendrían un pronóstico muy malo si no se hubiesen desarrollado estos métodos. El tratamiento permite generar grandes superficies de su propia piel, lo que evita el rechazo cuando se le trasplanta y proporciona unos porcentajes de éxito bastante buenos.

-¿Cuál es el grado de implantación de esa técnica?

-Oviedo es el único sitio donde se produce piel destinada a todas las unidades de grandes quemados que hay en España. Calculo más de cien pacientes que han sido trasplantados con piel generada a través de este método. Esto convierte a España en uno de los pocos países en los que esta técnica está a disposición de los ciudadanos.

-La biotecnología y todo lo relacionado con el estudio del genoma es uno de los terrenos más prometedores tanto en el ámbito científico como en el económico. ¿España está en condiciones de competir en ese terreno o también perderemos esta carrera?

-Las carreras siempre se pueden perder. Esta es una carrera de fondo, no un sprint, aunque pueda haber descubrimientos puntuales importantes. Pero lograr que en un país la biotecnología tenga un impacto sobre su economía es una carrera de fondo. España está diagnosticada desde hace mucho tiempo, un diagnóstico en el que profundizamos con estudios que realizamos cuando yo estaba al frente de la Fundación Genoma España. El diagnóstico es que en la generación de conocimiento científico somos buenos, el cuarto país de la Comunidad Europea en cuanto a publicaciones en biotecnología, y eso está muy bien porque ocupamos un lugar por encima del puesto que nos correspondería teniendo en cuenta el dinero que se dedica a biotecnología. Ello supone que tenemos buenos investigadores y que hacen un uso eficiente de los recursos. Pero nuestro problema es que esa generación de conocimiento no está acompañada de su puesta en valor. Somos buenos generando conocimiento, pero no tenemos la misma habilidad para generar valor económico, es decir, para crear patentes o empresas que utilicen y exploten ese conocimiento. O en hacer que sectores ya maduros aprovechen ese conocimiento para mejorar su competitividad. Eso es lo más difícil y los países más avanzados del mundo hacen los mayores esfuerzos por acortar esa distancia entre la generación del conocimiento y la generación de valor. En España este salto es bastante dramático. Además, en nuestro país, hay un temor y desconocimiento sobre el potencial, los riesgos y las realidades de la biotecnología.