Hace 23 años, cuando José Cancela, gerente de la autoescuela que lleva su apellido, comenzó a formar conductores, la tasa máxima de alcohol permitida por la ley al volante era de 0,8 miligramos de alcohol por litro de sangre, equivalente a los 0,4 miligramos por litro en aire expirado. Hoy, la tasa máxima es la mitad de aquella.

En mayo de 1.999, España se adaptaba a los estándares europeos y reducía a 0,4 miligramos por litro de alcohol en sangre o 0.25 miligramos en aire el grado de alcoholemia para permitir la conducción. Son los niveles que rigen en la actualidad, aunque la ley es más estricta con los profesionales del transporte y los conductores noveles.

"La gente está más concienciada. Creo que el motivo vino a partir de la aparición del carné por puntos", indica José. Para Patricia González, encargada del proyecto de prevención de conductas adictivas, la tasa permitida al volante debería ser cero.

La primera regulación sobre este aspecto, data de 1.981. Fue a partir de entonces cuando las campañas de la DGT se recrudecieron ante la alta mortalidad en carretera.