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La Pontevedra que retrató Telefónica

Dos grandes fotógrafos, Luis Ramón Marín y Lorenzo Novás Rarís, documentaron la llegada a la comarca del nuevo sistema de comunicación y las primeras conversaciones

La línea Vigo-Santiago a su paso por Cuntis. // Marín/ Fundación Telefónica

Si alguien encarna la idea de que la prensa es la artillería de la libertad es Luis Ramón Marín, una figura esencial en el arranque del fotoperiodismo en España cuya fabulosa vitalidad lo llevó a desplazarse en moto, coche, avión, hacer sus pinitos en globo... Todo, para captar la mejor imagen. Súmese su alegría y creatividad y se entiende que fuese el quien retratase a Josephine Baker con tan poca ropa como jamás se había visto en su tiempo, al boxeador Primo Carnera leyendo un libro minutos antes de subir al ring, a Alfonso XIII bailando con desenvoltura un pasodoble en una venta... O que una de sus imágenes resuma como pocas la tragedia de la Guerra Civil: mujeres, niños y hombres arrodillados en la Gran Vía madrileña en noviembre de 1936 recogiendo los granos caídos de un camión.

Años antes el reportero, que firmaba sus fotos como Marín, recibió el encargo de la Compañía Telefónica Nacional de España de documentar la implantación de la telefonía en distintas provincias.

A Pontevedra llegó en 1928, pero con anterioridad se había contratado para el mismo cometido a Lorenzo Novás Rarís, del estudio pontevedrés Mon y Novás. Mon era el socio capitalista y sobrino de Casto Sampedro, presidente de la Sociedad Arqueológica, y Novás un avezado retratista que en 1894, con 14 años, había entrado como aprendiz en el estudio del mítico fotógrafo Zagala.

En los años siguientes Novas Rarís captó miles de imágenes de la Pontevedra su tiempo, muchas de las cuales fueron erróneamente atribuidas a Zagala a pesar de que éste no realizaba trabajo de campo desde 1901. No es el caso de las que tomó para la Compañía Telefónica Nacional de España, firmadas por su estudio, entre ellas la de enero de 1926 en la que el entonces gobernador civil José Rodríguez Villamil mantiene desde el centro ubicado en O Grove la primera comunicación telefónica con el subsecretario de Gobernación, Martínez Anido.

Como testigo de excepción del histórico momento, el entonces presidente de la Diputación, Daniel de la Sota.

Si Novás Rarís se inició en la fotografía siendo adolescente, Marín lo hizo con 24 años. Se formó en el estudio madrileño de Amador Cuesta Barrientos, más conocido como Amador, cuyo archivo es clave para documentar la Restauración y algunas de cuyas imágenes se publicaron en la prensa. No obstante, fue su discípulo el que se consolidaría como uno de los grandes reporteros gráficos de su tiempo, publicando más de 1.000 fotos anuales en los diarios y revistas.

Los principales sucesos de la vida política, social y cultural española y sus protagonistas pasaron ante la cámara de Marín, uno de los primeros reporteros que salió a la calle buscando imágenes y cuyo espíritu inquieto lo llevó en 1913, apenas una década después de descubrirse la aviación, a convertirse en un pionero de la fotografía aérea en España.

Con ese mismo ánimo aventurero recorrió en la década de los veinte toda España retratando centrales de telefonía, postes y crucetas. Llegó en el mes de febrero a Pontevedra, que aparece como telón de fondo de los cables y otras instalaciones necesarias para la implantación del invento a la ciudad.

La villa y también la vida cotidiana de sus gentes, así como los animales de granja, caso de cerdos o vacas, aparecen como telón de fondo de los postes, en una visión diferente de la comarca conservada gracias al Archivo Histórico de Telefónica.

El fotógrafo documentó la instalación a lo largo de la linea Santiago-Vigo y en diferentes localizaciones: la estación del ferrocarril de Pontevedra, Cuntis, las cercanías de Caldas, de Reis , Vigo etc.

Marín fue uno de los muchos fotógrafos condenados al ostracismo tras la Guerra Civil. Su gigantesco legado de más de 18.000 negativos, que se ocultó tras una pared y fue atesorado por su familia hasta su reciente recuperación, es todo un regalo para el observador y la prueba de que el periodismo, pese a todo, es grande.

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