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Rafael López Torre: "La Caja dio mucho a Pontevedra y la ciudad perdió mucho con su desaparición"

El investigador cierra esta tarde con una conferencia la XIV edición del Memorial Filgueira Valverde

López Torre ante el edificio de la antigua Caja de Ahorros.// R. Vázquez

El periodista e historiador Rafael López Torre ofrece hoy una conferencia sobre la Caja de Ahorros Provincial de Pontevedra en el marco del XIV Memorial Filgueira Valverde, dedicado este año a cuatro hitos en la Pontevedra de Castelao. La charla se desarrollará en el salón de actos del Sexto Edificio del Museo (20 horas).

-¿Por qué una charla sobre la Caja de Ahorros en un memorial dedicado a Castelao?

-Porque en esa época de Castelao en Pontevedra ocurrieron varios hitos en la ciudad, entre ellos la creación de la Caja de Ahorros Provincial, en 1930. Es un hecho que dependió directamente de la Diputación, y Castelao fue un colaborador necesario de ese proyecto global que se estaba gestando en la institución, aunque hay que recalcar que él no fue su creador.

-¿Qué supuso la Caja de Ahorros para la ciudad?

-Nació para que la Diputación dispusiera de hacienda propia. Es decir, que pudiera generar sus propios recursos para invertirlos o revertirlos siempre en la provincia. Su lema por aquel entonces es que el dinero de los pontevedreses es de los pontevedreses. Además, la Caja tuvo desde el principio una vertiente muy profunda benéfico-social. Ese término de la obra social ya estaba presente en los años treinta. De hecho, el primer dinero que ganan lo dedican a colonias de niños de la inclusa.

-¿Durante cuánto tiempo se prolongó esa relación entre Diputación y Caja de Ahorros?

-La Diputación se convirtió, desde el nacimiento de la Caja, en el aval para los inversores y, lógicamente, tenía el control, que se mantuvo durante toda su vida. Con cambios en los estatutos, pero siempre con el control mayoritario de la Diputación.

-¿Dónde invertían sus ahorros los pontevedreses?

-Por aquel entonces también había bancos. La Caja aún era una "cajita", un proyecto muy modesto con una perspectiva de futuro clara elaborada por Alexandre Bóveda, su primer director. La Caja nació con dos oficinas en los bajos de la Diputación. Y allí estuvo durante catorce años.

-¿Cómo se promocionaba?

-Sus primeros agentes comerciales en toda la provincia son los curas y los maestros. Quien más cartillas abría, se llevaba más dinero. Ya por aquel entonces era una idea genial porque aunque había alcaldes, los que más mandaban en los pueblos eran los sacerdotes y los profesores. Este es el origen de la famosa cultura de la cartilla, que todos hemos conocido.

-Ese inicio marcó lo que sería la Caja después...

-Si el inicio de la historia de la caja fuese una película, Daniel de la Sota Valdecilla, presidente de la Diputación, sería el productor y el director y Alexandre Bóveda sería el guionista y el actor principal. De la Sota tenía una idea en la cabeza y buscó a la persona idónea que desarrollase ese proyecto. Para todo siempre elegía al mejor. Bóveda llegó hasta él recomendado por el delegado de Hacienda.

-Era muy joven Bóveda...

-Sí, tendría, a lo sumo, 24 años.

-Algo impensable hoy día...

-Totalmente impensable. Lo que ocurre es que Bóveda es un profesional de la carrera de Hacienda. Conocía lo que hacía. Además, De la Sota lo envía a conocer las mejores cajas de España del momento, entre ellas las de Barcelona y Guipúzcoa, que era la más antigua del país. Va hasta allí para ver los estatutos de cada una de ellas y conocer su funcionamiento interno. Coge lo mejor de cada caja y hace un proyecto único para Pontevedra.

-¿Cuánto tiempo estuvo Bóveda al frente de la Caja?

-La Caja se inaugura el 20 de enero de 1930 y a principios de febrero se produce la caída de Primo de Rivera. Entra una nueva corporación en la Diputación que solo quiere cargarse todo lo anterior y tiene especial fijación en la Caja de Ahorros. Sin el respaldo de De la Sota, Bóveda se da cuenta de que van a por él también. Duró seis meses. El nuevo presidente de la Diputación, el militar Manuel Casas Medrano, nombra a un delegado en la Caja con la orden de hacerla desaparecer: Marcial Cadilla. Pero los pocos empleados que quedaban consiguen convencerlo de los beneficios de la Caja. Cadilla, a su vez, hace entrar en razón a Casas Medrano. Sucedió todo en pocos meses, pero que fueron cruciales para la supervivencia de la entidad. Pudo haber desaparecido, pero se fortaleció. Los estatutos de Bóveda duraron veinte años.

-¿De qué modo afectó la guerra civil a la Caja?

-Ocurrió una cosa muy curiosa. Pontevedra no fue un sitio de batalla y eso se refleja en las cuentas de la Caja, que en el año 1936 supera, por primera vez, el millón de pesetas y en 1938 los dos millones.

-¿Cuál fue el mejor momento de la entidad?

-Su mejor etapa coincide con la dirección general de Carlos Velasco, un hombre hecho a sí mismo dentro de la Caja, que de aprendiz llega a director general. Hablamos de la década de los noventa. Él fue quien llevó la obra social con un empuje muy fuerte en el ámbito cultural. Vistas las cosas, Carlos Velasco es el único alto cargo de una caja gallega que se fue con la cabeza muy alta, por la puerta principal. Él dejó su trabajo con la Caja de Ahorros de Pontevedra.

-¿Fue un error la fusión?

-La Caja aguantó cuanto pudo y más la presión política ordenada por Manuel Fraga y ejecutada por los conselleiros Cuiña y Orza. Cuando no quisieron que pasara ni un día más, convocaron una cumbre en la Diputación que terminó sin un acuerdo. Ya en una segunda reunión se decidió la fusión, porque no les quedó más remedio. Nunca se llegó a explicar dónde estaban las bondades de por qué había que dejar en una veintena el número de oficinas. Nunca quedó claro. La fusión fue inevitable.

-¿Qué supuso para Pontevedra?

-¿Me preguntas si perdió Pontevedra? Claro que perdió. La historia de la Caja dejó un gran poso en Pontevedra. La Caja dio mucho a Pontevedra y Pontevedra perdió mucho con su desaparición.

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