Los representantes de la sociedad caldense arroparon a los jóvenes caldenses que después de tres años de investigación han obtenido una fibra natural que aspira a vender 40.000 unidades en solo 12 meses. Representantes del gobierno municipal, comerciantes o de comunidades de montes entre otros sectores acudieron a la puesta de largo de un proyecto que lideran un técnico forestal y una arquitecta. Nace ante la falta de iniciativas ligadas al rural y con un modelo de cooperativización como objetivo.

La finca de Bemil que acogió el acto de presentación de ayer es una de las tres en las que esta pareja cultiva luffa, una especie similar al calabacín. De ésta, tras lograr mediante cruces de polinización una variedad de fibra consistente, se extrae materia prima para esponjas, productos de higiene y también para filtros. En esta parcela se citaron medio centenar de asistentes a esta presentación.

"Hay que reinventar el camino rural, pero sin crear algo que sea solo museístico, hay que recuperar y poner en valor lo local, porque también es universal", apuntaba ayer en la presentación Noelia Torrente, la encargada de aludir a la filosofía de la actuación. Su socio y pareja, Juan Carlos Mascato, fue el encargado de explicar las características de un producto con el que aspiran a revolucionar tanto las posibilidades del rural como el mercado ecológico: "Es aprovechar lo existente, con minifundios con los que se evitan los plaguicidas para generar un producto del que hay demanda; pero nuestros competidores ofrecen una calidad peor".

Esta propuesta emprendedora que sus jóvenes responsables adelantaron en FARO este pasado martes, recibió el beneplácito de los representantes caldenses. El alcalde, Juan Manuel Rey, fue uno de los que celebró la iniciativa. "Lo que más me gusta es que se trata de un proyecto de desarrollo local; además, permite que el nombre de Caldas aparezca en miles de etiquetas", expresó ayer el regidor. Dijo que "proyectos como estos ayudan a fijar población y generar tanto riqueza como entusiasmo".

Origen

Juan Carlos y Noelia, tras una primera conversación casual en un bar de copas, fueron madurando el proyecto gracias a conocimientos adquiridos en centros académicos y universitarios de Alemania y Portugal. Los dos coinciden en que las crisis tuvo que ver al lanzarse con este proyecto, puesto que ambos vieron como se reducían su carga de trabajo en sus anteriores ocupaciones. Ahora, la elaboración de esponjas a partir de la novedosa fibra vegetal empieza ya a dar sus resultados económicos.