Pasaron ocho años desde que solicitaron un niño en adopción hasta que no uno sino dos pequeños irrumpieron en su vida y en la de su marido para quedarse. Carmen es, desde el 15 de marzo de 2011, la orgullosa madre de dos hermanos, vascos de nacimiento, que tenían cuando los conoció cuatro y doce años. "No teníamos prisa y la espera ha merecido la pena. Son dos niños alegres, extrovertidos que ahora ya saben que seremos sus padres para siempre", explica Carmen que no olvida que en sus cortas vidas sus pequeños han perdido a una madre, que proceden de una familia desestructurada, fueron desarraigados de su tierra y tuvieron una experiencia fallida en un hogar de acogida en Galicia.

Desde un principio tuvo claro que la suya sería una adopción nacional y que abriría su casa y su corazón al "hijo o hija" que le asignasen. "Mi marido y yo pensamos que en una adopción con niños de aquí hay mayor control sobre ellos y sobre nosotros y eso nos daba seguridad".