José Zamuña, Diego Filgueira, José Vázquez, Francisco García y Gabriel Mouriño. Estos cinco hombres, con el capataz José Suárez de la Campa a la cabeza, iniciaron en marzo de 1852 el largo camino que recorrió durante 160 años una de las instituciones hoy en día más arraigadas en la ciudad, la Policía Local de Pontevedra. El pasado jueves el cuerpo de seguridad municipal celebró dicha efeméride. Más de siglo y medio de historia, una evolución que desembocó en la moderna policía local dotada de numerosos medios materiales y humanos y la más moderna tecnología.

En lo que respecta a la creación de un cuerpo de seguridad municipal, la ciudad de Pontevedra también fue pionera. Manuel Omil, portavoz de la Policía Local en la capital, trabaja desde hace años recopilando información en los archivos provinciales y municipales con la intención de elaborar un libro sobre la historia de la institución. Omil explica que las policías de los ayuntamientos son sin duda los cuerpos policiales más antiguos que existen en España. Tienen sus antecedentes en los "alguaciles, sayones, andadores y maceros" que hacían cumplir las órdenes de los gobernantes de los burgos. Los orígenes de la policía municipal tal y como la entendemos actualmente (una policía administrativa y de orden público) se remontan al reinado de Isabel II y se generalizan en las principales ciudades entre 1844 y 1854. La ciudad del Lérez es una de las primeras en crear este cuerpo policial, después de municipios como Barcelona en 1843 o Santiago en 1848, pero antes que Albacete (1854) o Vigo (1872).

En Pontevedra es José Suárez, primer teniente de alcalde, el que firma la ordenanza en la que se recoge aquel primer reglamento de la Policía Local y tras el acuerdo municipal (adoptado siendo alcalde José Urrutia Caballero) por el que se convertían los cinco serenos de la ciudad en "agentes-municipales". Por un sueldo de seis reales (siete para el cabo-capataz), aquellos primeros serenos tenían la obligación de costearse el uniforme. Su labor, velar por el cumplimiento de las ordenanzas municipales. Los agentes no deberían superar los 40 años de edad, "conservar una excelente conducta moral y política; estar avecinado en el pueblo y saber leer cuando menos", se lee en el histórico documento.

En dichas actas del Concello se explica también cuál debía ser el primer uniforme de la Policía Local. Un equipamiento muy distinto al de los actuales policías, equipados con armas cortas o las modernas PDA. Aquellos agentes vestían "un pantalón azul turquesa con vivo amarillo al costado", una levita de paño verde con franja amarilla y un distintivo con las "armas del pueblo" en el abroche del cuello.

Llevaban tricornio

Aquel equipamiento se completaba con "un sombrero tricornio con franja amarilla, sable con tahalí negro y un bastoncillo delgado".

Poco a poco aquellos uniformes fueron modernizándose y la plantilla de la Policía Local creciendo. En 1930 eran ya 41 efectivos y en 1942 se tiene constancia en los presupuestos por las primeras gratificaciones por el uso del vehículos. Se trataba de bicicletas y, según explica Omil, en aquellos tiempos eran los propios agentes quienes aportaban los velocípedos. Aquel año tres "policías ciclistas" recibían una gratificación de una peseta al día por este servicio. Las primeras motocicletas utilizadas por la Policía Local también eran privadas, siendo los propios agentes los dueños de los vehículos.

Fue una época en la que los guardias municipales fueron testigos de la dictadura franquista centralizante, celosa de conservar todo el poder en manos del Estado y que veía con malos ojos la proliferación de cuerpos de seguridad que no tuvieran directamente bajo su control.

La llegada de la democracia permitió también el desarrollo de las policías locales modernas tal y las conocemos hoy en día. Especialmente tras la aprobación en 1986 de la ley 2/86 de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Esta normativa separaba las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad en estatales, autonómicas y locales otorgando por primera vez la categoría de "policías" a los agentes municipales.

Hoy en día la Policía Local de Pontevedra cuenta con una plantilla de 108 funcionarios y tiene a su disposición una importante flota de vehículos y medios técnicos pero sin dejar de ser herederos de aquellos primeros cinco serenos.

De la serenata al botellón

A lo largo de estos 160 años de historia los agentes de la Policía Local de Pontevedra también han tenido que velar por el cumplimiento de la legalidad vigente y, especialmente en su caso, de las ordenanzas municipales. Desde las más recientes que abordan el fenómeno del botellón a otras más antiguas que prohibían "las canciones y palabras obscenas".

Rebaños en la Alameda

Un bando de 1836 ya regulaba algunos comportamientos en los espacios públicos y prohibía tender cuerdas entre los árboles de la Alameda para secar la ropa, así como que los niños jugaran en aquel espacio o treparan a los árboles. La misma norma que prohibía "apacentar rebaños de carneros en la Alameda, Campo de Santo Domingo y términos de esta ciudad bajo multa de 33 reales".

En las ordenanzas municipales de Pontevedra que datan del año 1904 ya se abordan problemáticas como el ruido, algo que también preocupa actualmente a los vecinos. Así, después de las diez de la noche en invierno y las once en verano no se permitía ningún tipo de estruendo que pudiera molestar al vecindario. Se ponía incluso coto a toda una costumbre de la época: "para dar serenatas es necesario permiso de la autoridad y la persona que lo solicite será responsable del orden". El reglamento prohibía la mendicidad en la ciudad salvo a quienes tuvieran una autorización. Además, aquellos pobres que sí tuvieran licencia para mendigar lo tendrían que hacer en un horario determinado, siempre antes de las dos de la tarde. Una ordenanza en la que ya se empezaba a acotar el tránsito de carruajes y que puso fin a la circulación por las calles y plazas de la ciudad de "cerdos gallinas y demás aves de corral".