Un reducido y joven equipo de investigadores sentó hace ya 30 años las bases de lo que hoy es uno de los centros de estudio agrícola más avanzados de todo el Estado. Fue en enero de 1981 cuando empezó a funcionar lo que hoy se conoce como la Estación Fitopatolóxica de Areeiro. Esas limitaciones iniciales han dado paso a una plantilla de 50 profesionales que convierten a estas instalaciones ubicadas en Lourizán en un referente dentro del sector, sobre todo en lo que respecta a trabajos sobre camelia, viñedos o kiwis, productos principales en el negocio agrícola de la provincia.

El recinto, que ha ido creciendo sobre una antigua finca dedicada a la ganadería y en la que apenas se contaba con medio, alterna ahora el trabajo de laboratorio con los experimentos en campo. En el interior de los edificios se realizan análisis fitopatológicos, para conocer el origen de las enfermedades de la plantas y sus posibles soluciones, mientras que en el exterior se testa la adaptación de nuevas variedades de cultivos al clima de la zona y se pone en práctica los resultados de esas investigaciones anteriores.

Las líneas que centran la actividad diaria en Areeiro son la fruticultura, el estudio sobre plantas ornamentales, control de plagas y la edafología, la rama de la ciencia del suelo que estudia la composición y naturaleza del suelo en su relación con las plantas y el entorno que le rodea. Estas dos últimas actividades obligan a la estación fitopatológica a realizar una actividad itinerante. El centro dispone de tres vehículos que emplea prácticamente a diario para recoger muestras de cultivos y tierra que luego se someten a la observación de los investigadores. En algunos de los casos esta labores vienen impuestas por las normativas europeas. En otros, son empresas y particulares los que solicitan esos servicios con el fin, principalmente, de mejorar sus cultivos.

"Realmente ahora tenemos muchos encargos y tenemos que empezar a decir, hasta aquí, porque no tenemos más personal ni más capacidad", apunta Carmen Salinero, jefa adjunta de este centro de investigaciones. Esta bióloga, junto a Pedro Mansilla, jefe de servicio, forma parte de la plantilla prácticamente desde sus inicios, cuando el proyecto arrancó únicamente con becarios.

Así, recuerda: "Cuando llegamos a Areeiro había vacas y no había ni un solo árbol, porque la finca esta dedicada a la ganadería; ahora hay seis edificaciones, se hicieron montones de plantaciones y están recuperadas todas las estructuras que había en la parcela, porque desenterramos bancos, fuentes y pilones". Relatando las evidentes modificaciones que se han producido en cuando a este espacio, la bióloga profundiza sobre la gran evolución que ha vivido la Estación Fitopatolóxica a lo largo de tres décadas.

"Fuimos tirando y tirando y ahora tenemos un personal altamente especializado", valora. "Hemos tenido proyectos con Portugal y con varias zonas de España porque hacemos análisis de patógenos que en otras comunidades no tienen capacidad para hacer", explica.