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Recuerdos de Otero Pedrayo

Marina Diz revela que la situación económica del patriarca de las letras gallegas "nunca fue buena: tenía una paga pequeña"

Marina Diz en su casa, con una taza y un bastón de Ramón Otero Pedrayo. // FdV

Cuando fue hablar con el propietario del bajo, Ramón Otero Pedrayo, le advirtió sobre el error, debido a que la persona que le había cedido el local acumulaba importantes deudas, pero accedió a dejárselo en alquiler por 300 pesetas al mes -para afrontar el desembolso que tenía que hacer Otero Pedrayo "para el pago de taxis cuando viajaba a Santiago y otras ciudades gallegas, dado que su paga era pequeña"-, en lugar de las 250 que había acordado con el anterior inquilino. Don Ramón le dijo que lo hacía "por su niño", que tenía Marina con una minusvalía.

En el año de su muerte -Ramón Otero Pedrayo falleció el día 10 de abril de 1976-, le cedió el bajo como venta por tan solo 200.000 pesetas, para que pudiera permanecer allí con la Librería Marina, a pesar de que tenía un valor mucho más elevado, porque era muy grande -ocupaba la planta baja completa de la casa-, y estaba situado en el centro de la ciudad.

Marina Diz tuvo una relación entrañable durante toda la vida con Ramón Otero Pedrayo. En la última etapa de su vida, el escritor daba un golpecito en el pasamanos de la escalera, para que subiera Marina y "pudiera bajar apoyándose" en ella, porque "estaba mal de una pierna y tenía miedo de caerse". Las escaleras estaban defectuosas y viejas, "sobre todo la cuarta, que se movía un poco".

Todavía mantiene fresca en su memoria otra imagen más entrañable. Pocas horas antes de la muerte del entonces patriarca de las letras gallegas "se le antojó agua de Trasalba". Conde Corbal "dijo que se la diéramos del grifo, que ya no sentía nada". Pero fueron a buscarla a las once de la noche, y "supo diferenciar la de la fuente que hay a la entrada de la del pozo, porque una es más sosa que otra".

Marina Diz conserva en la actualidad, después de cerrar la librería por jubilación y vender el bajo, platos y tazas que utilizaba el escritor en casa, y algunos de sus inseparables bastones.

En los últimos años de su vida, la librera acudía a la llamada de Don Ramón, para ayudarle a que bajara las escaleras, en torno a las once de la mañana, cuando iba a la tertulia. A las doce le llegaba una cesta con productos del Pazo de Trasalba. Le mandaban verdura para que hiciera el caldo, zanahorias, huevos, leche, mantequilla y la nata de la leche.

A pesar del reconocimiento social que tenía como patriarca de las letras gallegas y como profesor, además de ser propietario del Pazo de Trasalba y de un edificio completo en la rúa da Paz de Ourense -en la primera planta vivió un muy joven Vicente Risco con su familia como inquilinos- la situación económica de Otero Pedrayo "no era buena. Tenía una paga muy pequeña. Yo le adelanté dinero en muchas ocasiones, sobre todo durante el período que estuvo represaliado por galleguista".

"La carne de ternera entraba pocas veces en su casa. En ocasiones le mandaban un par de filetes de cerdo. Verdura, chorizos y carne salada de cerdo los tenían siempre. Cuando venía el pescado, cogía sobre todo jurel y castañeta. No tenían dinero, era justito. Él gastó mucho en los taxis, para viajar a diferentes puntos de Galicia, donde impartía conferencias o se reunía con otros personajes de la cultura gallega. Y yo le adelantaba dinero en muchas ocasiones, que luego se descontó en el momento que me cedió el bajo como venta".

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