Solo la llegada de las lluvias permitirá a la provincia dejar atrás la sequía. Y hace falta que caiga mucha agua. Concretamente, y según las cifras que maneja el presidente de la Confederación Hidrográfica Miño-Sil, Francisco Marín, para entrar de nuevo en la normalidad "tendría que llover, de aquí al 31 de enero, entre 650 y 700 litros por metro cuadrado". Es un objetivo ambicioso, pues el pasado septiembre se cerraba un año hidrológico "malo", en el que las precipitaciones se redujeron un 42%, y los 40 días del 2017/2018 no pintan mucho mejor. Por el momento no han caído más que 40 litros por metro cuadrado cuando deberían haber sido 170, casi cinco veces más.

Francisco Marín reconoce la dificultad del reto. "Que cayese esa cantidad de precipitaciones en apenas dos meses, es bastante más de lo que sería incluso normal". Y aunque no hay visos de que la situación mejore, desde la CHMS se muestran convencidos de que al menos no empeorará: "No hay riesgo de que pasemos a la situación de emergencia, en los próximos meses", indicaba ayer tajante Francisco Marín tras la reunión celebrada con los miembros de la Oficina Técnica de la Sequía. Aunque la situación tampoco permite desactivar la actual alerta.

Una reunión tras la que se acercaron al entorno del río Barbaña, donde una brigada de cinco operarios trabajan en la retirada manual de una planta catalogada como especie invasora que ha colonizado la superficie del cauce, la "ludwigia grandiflora".

"Su crecimiento perjudica el desarrollo de las especies autóctonas y es muy difícil de erradicar", explicaba Francisco Marín, que además aseguró que en las próximas dos semanas de trabajos, los técnicos prevén retirar 50 metros cúbicos de planta que se será recogida en una distancia de 2,7 kilómetros desde la desembocadura del río, avanzando aguas arriba. Estas tareas, iniciadas a petición de la Sociedade Galega de Historia Natural, también incluyen el almacenamiento de los restos en sacos, que pasarán a ser responsabilidad de un gestor municipal de residuos peligrosos. Marín especificaba ayer que su peligrosidad "no se debe a la contaminación, sino a que es necesario destruirlos para evitar su propagación".

El responsable del Organismo de cuenca reconoció el que el río Barbaña "es una obsesión" para la Hidrográfica. "Se trata de una masa de agua en mal estado, es por ello que insistimos con una serie de actuaciones de mayor o menor calado económico, pero siempre centradas en mejorar este cauce", expuso. El objetivo que se proponen se centra en conseguir, al menos, que la calidad del agua sea "la mejor posible".