Aunque el caballo no es el animal ideal para ayudar en las labores de la siembra ni particularmente para arar, porque su ritmo no es tan constante ni pausado como el de las vacas, la yegua Paloma aportó ayer en el lugar de Queiroás da Igrexa, en el Concello de Allariz, su inestimable grano de arena para crear los surcos en los que en unos meses crecerá el centeno.

"El caballo se mueve a golpes y dificulta un poco la tarea porque los surcos han de ser bien rectos y de una anchura prudente", explicaba un vecino del lugar y miembro de la organización de la fiesta etnográfica del Ciclo do Pan de Allariz, Gerardo González. Y añadía que, si los surcos son muy estrechos, la semilla cae en ellos en vez de quedar enterrada. Un objetivo al que el caminar pausado de la vaca contribuye positivamente. "El problema es que este año no hemos encontrado vacas. Las que tenemos están bravas y no se dejan 'xunguir'", reconocía Gerardo González.

Medio "ferrado" de centeno fue sembrado ayer iniciando así el Ciclo do Pan, en el que los vecinos recorren paso a paso el proceso de preparación de este alimento tal y como lo hicieron sus antepasados durante los últimos siglos. Las semillas que se dispersaban ayer por la tarde en Queiroás da Igrexa serán pan moreno preparado al más puro estilo tradicional para el próximo mes de agosto.

El primer paso para completar la tarea de la siembra se celebraba también ayer, pero de mañana. "Vinimos para labrar la tierra y dejarla preparada", aseguraba Gerardo González. Una vez allí, ya en sesión de tarde, trazaron unos "riscos" con paja para marcar los surcos y para que Julio Piñeiro, el encargado de esparcir la simiente, pudiese tomarlos como guía.

Cargado con una cesta y seguido en todo momento por el perro Tupín, un pastor alemán que actuó como su ayudante, repartió las simientes por toda la finca. Tratando de seguir siempre los carriles marcados previamente, eso sí. "El é o experto en sementar" decían los vecinos que se reunían ayer en torno a esta parcela de Queiroás. "Lo hace todos los años porque sabe bien lo que se hace", aseveraban.

"La verdad es que el asunto tiene su técnica. Hay que saber repartir la simiente de manera uniforme para que no quede ni muy vasto, ni tampoco escaso", describía Gerardo mientras Julio dispersaba las simientes con un diestro juego de muñeca. Una vez finalizada la parte encargada a Julio Piñeiro, le tomó el relevo Paloma, que guiada por Gerardo y otro de los vecinos, fue surcando la tierra para que las semillas fuesen quedando poco a poco enterradas. Lo cierto es que Paloma tuvo un pequeño aliado. Para no cansar al animal, los vecinos se valieron de un tractor para terminar la tarea.

Y aunque reconocían que las labores de la "sementeira" solían ser responsabilidad de sus padres y abuelos cuando ellos eran jóvenes, se conoce que prestaban atención a la tarea. "Nosotros de pequeños ayudábamos más a partir del momento de la siega", recordaba Gerardo Fernández.

Quitar las malas hierbas

Ahora le toca a la naturaleza hacer su parte. Las simientes germinarán y pronto las plantas de centeno crecerán. Cuando llegue el momento, los agricultores tendrán que volver a la tierra para realizar una serie de trabajos de mantenimiento que reciben el nombre de "arica". "Una vez que nace el grano de centeno hay que darle una arada por los surcos para quitarle las malas hierbas", resumía Gerardo Fernández. Un proceso que al delimitar una vez más los surcos también hará más fácil la posterior siega.

Pero la "seitura" no llegará hasta el próximo verano y, para poder degustar el pan, el ciclo ha de atravesar también los estadios de la "malla" y la "moenda" para, tras la final "fornada", obtener un producto que lleva siglos deleitando a propios y extraños.