La estadística muestra que la gran mayoría de las madres ourensanas dan a luz entre los 31 y 38 años. Hubo incluso 231 casos, el año pasado, en los que la progenitora tenía entre 39 y 46. Iria Molares es primeriza a los 29. "Una de las razones para ser padres es que teníamos claro que preferimos serlo siendo jóvenes que mayores". Ella y su pareja, Lino Jácome, de 33 años, degustan poco a poco la experiencia de la paternidad desde que su hijo Nacho vino al mundo hace mes y medio.

La provincia más envejecida de España tiene menos de 10.000 habitantes con entre 0 y 4 años. Ni siquiera la ciudad, más dinámica y donde se concentra un tercio de la población, se libra del retrato demoledor sobre la demografía: en el 100% de los concellos hubo más entierros que partos en 2015. En la capital nacieron 814 bebés pero en el mismo periodo fallecieron 1.207 personas. Para nuevos padres como Iria y Lino ni el panorama general es una traba ni tampoco un aliciente que en 2016, año electoral por partida doble en Galicia, florezcan las ayudas a la natalidad.

"Las subvenciones no te mueven a dar el paso ni de broma. Al final si te decides es por otras cosas, para vivir la experiencia de ser padre", dice la madre. Para ella el punto de inflexión fue un problema de salud que cambió sus esquemas. Un giro en la forma de ver las cosas que se ha acentuado desde el nacimiento de su primer hijo. "Te planteas la vida de forma diferente, al tener un hijo ves que se convierte en algo muy importante y las prioridades te cambian totalmente". ¿Da vértigo el contexto socioeconómico? "Al final lo fundamental es vivir la vida en el momento y no esperar para hacer las cosas ni por el momento económico idóneo, sino actuar más bien por una razón de tipo sentimental y emocional. Para tener un hijo no hay que pensar en tener el coche o el piso ya pagados", relata.

Iria trabaja en una peluquería en Ourense y Lino, en una empresa familiar de publicidad. La conciliación, como cada día de cuidados y aprendizaje con Nacho, como en la mayoría de familias españolas, es un reto. "Para él será más fácil. En mi caso, por suerte, mi jefe entiende la situación y puede que me plantee reducir algunas horas de mi jornada. Conciliar no es fácil; el apoyo de la familia es imprescindible".