Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El magosto... para agosto

Centenares de ourensanos se entregaron ayer a la fiesta del otoño con máximas de 26 grados en la capital

El alcalde Jesús Vázquez y la edil Belén Iglesias, bailando en Rabo de Galo. // Jesús Regal

Aunque el día propio es el miércoles 11, festivo local en Ourense, el fin de semana previo al San Martiño está marcado tradicionalmente en esta ciudad como el de los magostos. Este año, animados por el buen tiempo, centenares de ourensanos subieron a Montealegre cargados con bolsas y mochilas para celebrar la gran fiesta ourensana del otoño. El termómetro alcanzó los 26 grados y el calor era sofocante. Ni rastro de los chuvasqueros y la ropa de abrigo que suele acompañar a esta fiesta. Lo de ayer era como celebrar el magosto en pleno agosto y las escasas sombras estaban más que reñidas.

El goteo de pandillas llegando a Montealegre fue incesante desde primera hora de la mañana. Aunque el magosto es por definición la fiesta en la que se enciende una hoguera para asar castañas que se comen acompañadas de vino, ayer en Montealegre había casi de todo menos eso. Hacia la tarde muchos acaban encendiendo el fuego pero al mediodía apenas había tres hogueras humeando. Y entre la multitud que se amontona sin orden ni concierto monte arriba, solo tres o cuatro grupos llevaban castañas.

El grupo de Toño, Manuel, Juan, Kiko y varios tenían una bolsa pero piensan más en el churrasco, las empanadas y los criollos que en ponerse a picar castañas. Con 30 años de experiencia en magostos, se autodenominan "los abuelos" en un Montealegre invadido por los jóvenes que suben con un bocadillo o una empanada para compartir y ninguna intención de prender una hoguera. Navia, una chica de Ponferrada que ha aceptado la invitación de sus amigos para participar en el supermagosto ourensano, admite una "decepción enorme" porque se acerca la hora de comer y ni rastro de hogueras ni castañas. "¡Y para esto hemos venido tan temprano!", añade. Su amiga Ana también reconoce que los magostos que celebra ahora con sus amigos son, en cierto modo, "nuevos", porque nada tienen que ver "con los que llevaba toda la vida celebrando con mi familia". En los que deja atrás, desplazados por el macrobotellón en el que se ha convertido Montealegre, "hay carne, castañas... y aquí nada de eso", reconoce también, algo decepcionada.

Tras de sí, los centenares de jóvenes dejan un monte invadido por la basura, botellas, restos de comida y hasta prendas de ropa olvidadas que se convierten en la peor cara de la fiesta. El Concello montó este año una "carpa de sensibilización" al pie del monte con la esperanza de que los jóvenes traigan de vuelta la basura generada. Para incentivarlo, entre ayer, y los días 11 y 14 se entregarán 2.000 premios.

Compartir el artículo

stats