Piñor (1.237 habitantes) entra en el perfil de ayuntamiento envejecido que caracteriza al Ourense rural. El 40% de los vecinos está en edad de jubilación y casi dos centenares pasan ya de los ochenta. Un enlace con la autovía AG-53 sitúa al municipio a media hora de Ourense y el paisaje refulgente de prados y bosques excusa más reclamos. Pero Piñor es uno de los 18 concellos ourensanos donde solo hubo un nacimiento, según el Instituto Galego de Estatística (IGE). La historia de Noemí Vázquez y José Antonio Martínez ejemplifica que la vida en la aldea también es factible más allá de los promedios. El matrimonio se vuelca con Yanira, su segunda hija, de 5 meses, tras la experiencia de criar y educar a Elizabeth, al borde de la mayoría de edad. La madre aún recuerda el comportamiento de la mayor en sus primeros días de guardería: "Pasó de la aldea, de estar con nosotros y con gente mayor, a relacionarse por primera vez con otros niños como ella. Al principio no sabía cómo jugar". Noemí trabaja en la residencia geriátrica de San Cristovo de Cea y Juan Carlos, su marido, en una fábrica de ataúdes de Arenteiro, una localidad famosa por esta industria funeraria. Los padres y sus dos hijas viven en Canices, una aldea de 29 vecinos, según el IGE. La familia cría en casa 5 vacas para contribuir a la economía doméstica. Vivir en el rural requiere, según la madre, "tener un trabajo para poder vivir aquí; las instituciones deberían incentivar la creación de puestos en ganadería y agricultura", dice. Su hija mayor estudió, primero en Cea y ahora en O Carballiño. Ahora la pequeña se queda en la guardería mientras ella trabaja. "Los desplazamientos, la guardería -al no estar empadronada en Cea paga el doble-, todos son gastos añadidos". Desde su experiencia, más ayudas públicas "para los gastos habituales" impulsaría la crianza de hijos en el rural.