Más de 600 personas asistieron ayer al funeral de Antonio González Barrio, de 59 años, que el domingo falleció en Soutelo Verde, Laza, cuando intentaba rematar a un jabalí que había resultado herido. El animal se revolvió y lo embistió provocándole un corte en la femoral que le causó la muerte por desangramiento.

Así lo confirmó la autopsia realizada ayer por el equipo forense en el Complexo Hospitalario Universitario de Ourense. El colmillo exterior del jabalí actuó como una navaja y desgarró la arteria. La fatalidad quiso que Antonio González se encontrase solo en ese momento y no pudo más que avisar por radio a sus compañeros de lo que le había ocurrido. Cuando los servicios de emergencia llegaron ya era demasiado tarde.

Antonio González, policía nacional destinado a la Unidad de Extranjería de Verín, era una persona muy querida en esta localidad en la que tenía su residencia, y también en Laza, pueblo natal de su esposa, donde fue despedido ayer en un emotivo acto al que acudieron compañeros de trabajo y también de la caza, una afición que practicaba desde hacía treinta años y en la que destacaba por ser un hombre muy prudente y cuidadoso con las medidas de seguridad.

Así lo recordó ayer uno de sus mejores amigos, que al término de la misa funeral leyó un texto en el que lamentaba, precisamente, que un suceso que solo puede atribuirse a la "mala suerte" le ocurriese a Antonio González, un hombre que siempre repetía que ante un jabalí herido era preferible perder la pieza antes que ponerse en peligro. Un cazador "responsable", apuntó este compañero, que nunca se cansaba de repetir los riesgos que entrañaba el uso de armas tanto para la propia batida como para terceros.

Decenas de compañeros de profesión, numerosos amigos de la caza y miembros de diferentes tecores societarios acompañaron ayer a su familia en el sepelio. Agentes de la Policía Nacional, compañeros de destinos anteriores como el puesto de Aduanas en Feces de Abaixo, efectivos de la Guardia Civil, el subdelegado del Gobierno en Ourense, Roberto Castro y numerosos vecinos de Verín, acudieron al funeral que se celebró en Laza, una localidad pequeña y que, en previsión de la afluencia de gente, organizó un dispositivo para ordenar los accesos y habilitó zonas de aparcamiento para evitar colapsos. Decenas de personas tuvieron que quedarse fuera de la iglesia.