En la vida resultan imprescindibles tres tiempos: un tiempo para observar, escuchar, estudiar y aprender, un tiempo para hacer y un tiempo para pensar y recordar. Si el miedo a la falta de tiempo y al envejecimiento nos lleva a la tarea permanente y abrumadora, nos anclamos en el presente, no nos renovamos y nos olvidamos de lo vivido y de lo pasado. Tal actitud es sobrevivir pero no vivir y, al menos en parte, apresurar el paso a la muerte. Gracias a continuar aprendiendo, a la lectura, al trabajo diario y a los recuerdos, el autor puede cada semana vivir un poco más -mientras Dios lo permita- y, entre otras muchas cosas, dedicarles uno de estos sueltos semanales. Al idearlos huye de profanaciones interesadas, propias y ajenas, para lo que trata de evitar los prejuicios, las deformaciones del paso del tiempo y recordar, si viene al caso, la fuente y el autor. Al redactarlos busca la sencillez y la naturalidad, pero, sin dejar de ser como es, evita la grosería, con la que nos obsequian los que Mauricio Wissenthal llamó "catetos esnob", que con patente de corso afirman: "yo soy de los que llaman al pan pan y al vino vino" y de inmediato te sueltan una ramplona y tosca intemperancia, expresión de su falta de cultura, educación y comedimiento. El contenido de mis artículos es, las más de las veces, divulgación del conocimiento y de la cultura, lo que me impone simplificación, pero sin falseamientos. Aunque de forma inevitable cometo errores, tampoco son trascendentes, basta con reconocerlos y no pasa nada. Para corregir las pifias, a veces pero no siempre, es suficiente con ir a Wikipedia, que es el actual "tumba burros", sustituto del Espasa, si bien con más desatinos e inexactitudes que la clásica enciclopedia, al tiempo que supone una intromisión permanente en cualquier momento a través de los smartphones, hasta el punto de que podría hablarse de una nueva figura, el documentalista del móvil. Otra solución para el dislate es la que dio en su día Camilo José Cela, al errar con el protagonista de Pascual Duarte y hacerle tomar el tren a Trujillo, un sitio donde no había tren. Textualmente dijo: "Pues eso tiene un arreglo muy fácil que es que pongan tren en Trujillo, o cambiar esa escena y hacerle subir al tren en Don Benito, que sí tiene tren".

De todo lo que les escribo, lo más llano e inocuo, pero quizá lo más puro, son mis simplezas, en las que, aunque persigo la amenidad, a través de la ironía, recurro a la metonimia y no corrompo mi propia ideología. La consecuencia lógica es que pueden o no gustarles o compartirlas, al no coincidir con sus convicciones o credos. Pero eso, queridos lectores, no es ni más ni menos que la libertad de pensamiento y expresión del lector y del escribidor. Frente a esta actitud están los que siempre dictaminan lo que hay que pensar y escribir; a esos hay que recomendarles que se queden en casa o en el café o que se pongan a escribir, si es que quieren, saben y pueden y ya les daremos nuestra opinión. En el supuesto de que quisiesen hacerlo, me permito recordarles que la voluntad juega un papel determinante a la hora de emprender la tarea. Una vez que tengan el brío para empezar y la perseverancia para continuar, viene la cuestión de la estrella -fatalidad para pesimistas- que, claro, puede ser mejor o peor. En cualquier caso, eso sí, no pasen la vida "como un espectador", buscando, al igual que otros, la justificación en Michel de Montaigne (Burdeos, 1553-1592), por aquello de que hizo del estudio de sí su tema principal y llegó a afirmar que "Mi oficio y mi arte es vivir". El ensayista no se quedó ahí, como quieren los indolentes, y concluyó: "He puesto todos mis esfuerzos en formar mi vida (?) ¡Cuánto odiaría tener fama de ser hombre hábil escribiendo y hombre nulo y necio para lo demás!" (Ensayos, II, XXXVII. Barcelona: Acantilado; 2007). Al menos, de la forma que él hizo, plantéense las preguntas, aunque no establezcan la verdad, para buscar las respuestas.

Y, sin más divagaciones y para entrar en materia, quiero recordarles que por simplezas aludo a frases breves, de género humilde y sin pretensiones, con las que intento expresar mi modo de interpretar y definir la diaria realidad y mis propias abstracciones. Estas son las de hoy.

Si, como algunos sostienen, Cristóbal Colón fue gallego, la explicación de su infortunio fue la de uno más de nuestros emigrantes.

Serás viejo el día que no quieras saber más.

Cuando mis dolencias me llevan a la masajista, me siento como una península al revés: unido por todas partes a sus manos menos por una que no está a nada.

Si mi bandera separa, en lugar de agrupar, no quiero bandera.

Lo peor de los ismos es que riman con personalismos y egoísmos.

Beber de una bota es convertir el vino en lluvia.

Estornudar es rascarse la nariz sin dedos y a lo bruto.

Lo peor del médico es que hurga en nuestro interior y nos saca lo que ignorábamos.

Lluvia y sol son lavado y secador de la naturaleza.

Al jubilarse los días laborables se tornan festivos.

Debería ser obligatorio que los asesinos realizasen consigo mismo un ensayo previo del crimen.

El suspiro es el anhelo de lo que pudo ser.

No es que la gente le huya, es que no sabe despedirse.

Fue de vida corta, no le dejaron ni nacer.

Mi padre era achacoso y ante el riesgo de que yo lo fuese decidió que no naciese.

El amor espiritual se siente pero no se toca, es un amor sin tacto y sin reciprocidad.

El libro de los records es un libro de cantidades, sin calidad ni gusto.

Lo mejor de la pequeña tienda de ultramarinos es que recoge los gustos del propietario, otra cuestión es compartirlos.

Hay motes fotográficos porque expresan la cara del nominado mejor que un retrato.

Cuando una familia está felizmente unida, se siente la presencia de los que los precedieron.

Los faroles y las prostitutas están en las esquinas; aquellos para evitar los tropiezos y estas para que tropecemos.

Si un día llegas tarde a la oficina, no culpes al despertador sino a tu mal oído. Si algún día no encuentras cura para tu enfermedad, no culpes al médico sino a tu organismo.

Frente a exilios muy dolorosos e impuestos, otros son voluntarios y por pura comodidad y esnobismo.

Si existiese una bofetada bien dada, que no la hay, sería la que recibiese el educador.

La más importante tarea de un niño es el juego.

Lo mejor de la silla de la sala de espera es el momento en que la abandonamos.

Solo hay un olor que puede competir con el del campo, el olor a libros.

Cuando la bella mujer entorna los ojos es para que vuelvas a mirarlos.

Nadie sabe más de música que los objetos colocados encima del piano.

La supresión de los palillos al final de la comida no sé si fue por urbanidad o si, en tiempo de crisis, fue para prolongar el sabor de los alimentos.

Inmunidad no es carecer de microbios, es tenerlos a raya.

Las arrugas del cerebro demuestran que todavía hay mucho sitio para el conocimiento.

El piano le presta su voz a las manos.

No hay sonrisa más hipócrita que la concedida al fotógrafo.

Nunca sabré si los puntos suspensivos son por mucho o poco saber.

La primavera es una estación de bienvenidas.

Las palabrotas dichas con naturalidad, en su lugar y por quien las usa habitualmente, son justas y obligadas como los signos ortográficos. v. gr. : ¡sal de ahí, coño! (se lo decía a su nene por tercera vez y sin resultado) o ¡carallo, qué golpe se dio! (se daba de narices contra un cristal inadvertido).

Triste condición buscar al que nos aborrece y olvidar al que nos quiere.

Para trabajo humillante el que nos obliga a hacerlo de rodillas.

Buscar males ajenos y poner trabas es el fin de los hombres mediocres y de los burócratas grises; ensalzar lo que no es propio y facilitar el camino es el propósito de los hombres brillantes y de los maestros.

Cuando a un rótulo se le caen las letras habría que llevarlo al dentista.

No es lo mismo beber porque se está contento, que estar contento por haber bebido.

Quitarle la ilusión a un niño y a un viejo, no es sinceridad sino simple crueldad.

Por la envoltura de los testículos se diría que procedemos del mono.

Las confesiones médicas, dan o no la absolución, pero nunca imponen penitencia.

Los mejores recuerdos están hechos de olvidos.

La confianza en sí mismo se inicia con el no a sí mismo.