José Antonio Gómez Domínguez nació hace 40 años en Haarlem, Holanda, donde habían emigrado sus padres desde su Ourense natal, y también poseía por ello nacionalidad española. "Nuestro hijo no tenía enemigos conocidos ni había sido amenazado, pero se dedicaba a temas de inmobiliaria y construcción, le iba muy bien y ¿quién sabe? en un país como ese pudieron matarlo, porque a alguien no le gustó el precio de una finca o hasta por envidia", reflexionaba ayer Abelardo Gómez, desde su casa de Cudeiro, mientras trataba de digerir, al igual que su esposa Josefa Domínguez, la noticia de que su único hijo había sido abatido a tiros por dos sicarios, cuando regresaba a su casa en una zona acomodada de Barranquilla (Colombia) tras pasar el día en una playa próxima acompañado por su novia colombiana.

Desde lo alto de la vivienda familiar escudriñaba lo que ocurría un niño. José Antonio estaba separado y era padre de un menor de 11 años que desde hace años estaba al cargo de los abuelos. "Mi nieto no sabe aún lo que pasó, pero va a ser nuestra razón para seguir viviendo después de haber perdido a nuestro hijo", se lamenta Josefa. "Era un hombre con una gran preparación y que dejaba amigos en países en todos los lugares en los que había trabajado", explica Josefa.

Abelardo, el padre, estuvo 47 años en Holanda "y allí trabajé en una de las empresas más importantes del mundo, la fábrica de moneda y timbre de aquél país", afirma. Por su parte José Antonio había ocupado diversos trabajos relacionados con la banca en su país natal, Holanda. "Tenía mucho éxito, pues hablaba además a la perfección seis idiomas, pero se empeñó en iniciar negocios en Colombia en el mundo de las inmobiliarias y la construcción, muy a nuestro pesar", explica Josefa.

Tras lo ocurrido, agradecen "profundamente la ayuda que no está dando el cónsul de España en Colombia (Juan Antonio Martínez-Cattaneo); nos contó que conocía a nuestro hijo, había coindido con él en alguna cena y le dolió mucho la noticia de su muerte", explica Josefa.

La madre asegura que el propio cónsul "nos desaconsejó que viajemos a repatriar el cadáver, pues podemos pasar varios días allí y no nos dejarán verlo, pues sigue en la clínica tras la autopsia", explica Josefa. El propio consulado se encargará de realizar todos los trámites. "Desconocemos cuándo será el funeral pero se hara de cuerpo presente, y será enterrado en Viana do Bolo, el pueblo donde nací, y donde mi hijo era muy querido", prosigue la mujer.

La noticia causó consternación en Cudeiro, donde se encuentra la amplia finca a la que, durante los años de emigración, la familia regresaba en verano.

"Lo único que le pedí al cónsul es que me dejen ver a mi hijo por última vez. Me prometió que el féretro llevará algún tipo tipo de apertura a la altura del rostro para poder verlo. Eso me consolará", señala Josefa.