La maledicencia de una antigua compañera sentimental y la deteriorada relación que mantenían madre e hijo por aquel entonces fueron los motivos de que la apuntara con el dedo. Francisco C. P., un recluso al que le fueron incautados 182 comprimidos de un ansiolítico en la cárcel de Pereiro de Aguiar a finales de 2008, retiró ayer la sombra de la duda que vertió sobre su madre, acompañando la retractación de cierto acto de contrición. El acusado negó que hubiera sido su madre quien le pasó las pastillas, como en su momento dijo llevando a la progenitora al banquillo. Ayer, con ella ante la juez de lo Penal y con él por videoconferencia desde Canarias, a más de 2.000 kilómetros de distancia, se enmendó el agravio entre la madre y el hijo.

El acusado, que en la actualidad cumple condena en un centro penitenciario en el archipiélago, culminó con la declaración de ayer un proceso iniciado con una carta, de puño y letra, en la que exteriorizaba arrepentimiento por la falsa acusación a su progenitora y le pedía perdón. El escrito fue aportado al procedimiento que está pendiente de una sentencia por el letrado de la señora imputada, Carmen P.F., para que la magistrada lo considere una prueba. La mujer siempre mantuvo la versión de que no había facilitado los medicamentos a su vástago.

Los dos abogados de la defensa consultados ayer también se basan en las "contradicciones" que, a su entender, se desprenden de las declaraciones de los funcionarios de prisiones.

Los trabajadores de Pereiro recibieron un "chivatazo" previo, explican las fuentes del proceso, por lo que antes de que la señora entrara en la sala donde mantuvo un encuentro con su hijo fue sometida a un registro, al igual que el propio recluso. Sin embargo, en estas comprobaciones no se les encontró la sustancia que posteriormente le fue incautada al hombre.

El fiscal mantiene invariable su petición de condena para los dos, madre e hija, reclamando dos años y medio de cárcel para cada uno así como el pago de una multa de 1.500 euros. Los hechos se remontan a la tarde del día 2 de diciembre del año 2008. La señora, de 54 años de edad, acudió al centro penitenciario para mantener un encuentro con su hijo, de 33 años. El fiscal sí considera que la mujer introdujo en el centro penitenciario las 182 pastillas y se las facilitó a su hijo, quien presuntamente planeaba distribuirlas entre internos del penal ourensano.

Las pastillas aparecieron cuando, al acabar la visita, los funcionarios interceptaron al recluso para comunicarle que iba a ser sometido a un examen radiológico. En ese momento, el acusado sacó de la parte de atrás del pantalón los comprimidos.