Samuel Alejandro R.F., el ourensano de 34 años de edad que fue víctima de un secuestro en la noche del martes, día 8, tras ser abordado en la puerta de su domicilio, en el barrio de O Couto, por varios individuos encapuchados, que lo amenazaron de muerte si no hacía efectivo en el plazo de 24 horas el pago de 25.000 euros, asegura que "no tengo ninguna relación personal con los secuestradores, pero ellos me conocían de vista porque somos del mismo pueblo, de Mugares, en Toén. Creo que me eligieron porque soy hijo único. Mi padre es constructor, mi madre ex empresaria del textil y pensaron que tendrían dinero para pagar un rescate".

La noche del martes y madrugada del miércoles fueron para Samuel "las más duras de mi vida. Trato de recuperarme y de desconectar porque el susto fue enorme", afirma. Asegura que es incierto, como se ha dicho, que los secuestradores, después de golpearlo con la culata de las pistolas y atarle las manos con unas bridas, lo dejaran abandonado al lado de la capilla de San Benito, situada a unos cuatro kilómetros del casco urbano de Ourense. "Fui yo quien aprovechando un despiste de los secuestradores,que estaban hablando entre sí, me escapé del lugar", asegura.

Samuel, visiblemente afectado todavía por lo ocurrido, recuerda que "recorrí a pie los kilómetros que separan la zona de la ermita de mi casa. No se me ocurrió hacer auto-stop porque ¿quién iba a parar a alguien que iba aquella hora caminando a pie y ensangrentado en una noche de lluvia", se pregunta. Reconoce que, si bien huyó de sus secuestradores en un despiste, "ellos tampoco mostraron mucho interés en seguirme, porque ya tenían el número de mi teléfono móvil.".

Cree que el número de teléfono "pudieron obtenerlo en mi pueblo, en Mugares, porque allí lo tienen muchos vecinos", explica Samuel, y es además el lugar donde reside Francisco José Arca, de 32 años, en prisión desde el pasado domingo junto con otros de los tres implicados en el secuestro, y al que se considera el presunto "cabecilla" de la operación delictiva.

"A ellos no le interesaba tenerme retenido porque ya me habían amenazado de muerte si no les entregaba el dinero en las siguientes 24 horas, y luego siguieron haciendo varias llamadas a ese mismo teléfono en las horas siguientes para intimidarme y que no llamara a la Policía", explica el joven.

Tras llegar, en la madrugada del miércoles caminando y empapado a su domicilio de O Couto, donde vive con su mujer y un hijo de pocos meses, "decidí llamar a la Policía para denunciar los hechos. Sabía que si pagaba una vez podrían volver a extorsionarme para pedirme más dinero dentro de uno, dos o seis meses, y la historia no iba a acabar nunca".

Samuel se considera "una persona seria, trabajadora, por eso ellos imaginaban que podría tener ese dinero ahorrado en el banco". La noche en la que los encapuchados lo abordaron a la entrada de su vivienda, Samuel, que lleva una vida metódica, venía de un gimnasio del barrio de A Carballeira al que acude con regularidad. "Soy un simple trabajador. Nunca pensé que esto pudiera pasarme a mí", explica Álex, como lo conocen popularmente. "Ahora sólo pienso en olvidar todo esto y recuperar mi vida".