"Ahora, por tres o cuatro días, casi todos quieren ser guardias civiles y combatir contra el mal", explicaba una de las agentes tras despedir a los 86 alumnos de Infantil del Colegio Sagrado Corazón de Lalín. Y es que, embelesados con los coches, las motos y el resto del material que pudieron ver, a muchos niños se les despertó ayer una vocación que solo el tiempo dirá si fue flor de un día o dejó poso suficiente para convertirse en su forma de vida en un futuro todavía lejano. La visita se enmarca dentro del Plan Director de la Comandancia de la Guardia Civil de Pontevedra, que ofrece a los centros educativos la posibilidad de albergar charlas o de abrirles sus cuarteles.

Los niños llegaron a eso de las once de la mañana al cuartel, en donde fueron recibidos por el teniente comandante del puesto, en ausencia del capitán. Durante una hora, aproximadamente, les mostró las instalaciones, sus distintos departamentos y su funcionamiento. Los alumnos recibieron nociones generales sobre los cometidos de los agentes de Tráfico, del Seprona o la Guardia Ciudadana. Se les dieron normas básicas de seguridad vial y se les insistió en la importancia de llevar siempre el cinturón, "para que se lo recuerden a sus papás cuando vayan en coche". Uno de los momentos de más disfrute llegó al subirse a los coches patrulla y, sobre todo, a las motos de Tráfico, y no digamos cuando las sirenas comenzaron a sonar.

Un uniforme policial a menudo impone más que respeto a los niños, sobre todo cuando oyen que, si se portan mal, se los llevarán los guardias. "Se trata de abrir el cuartel a los niños, de transmitirles que no tengan miedo, que se acerquen a los guardias cuando tengan un problema -explica una agente-. El puesto es parte el pueblo y estamos aquí para ayudarles". Precisamente, la presencia de mujeres de uniforme fue "una de las cosas que más llamó la atención" de los alumnos, de entre 3 y 6 años. Por eso, les subrayaron que su función como guardias es idéntica a la de sus compañeros.