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Un café a la espera del último tren

Camiño de Ferro se encuentra en la antigua estación, al pasar el Puente Taboada. // Bernabé/Javier Lalín

En 1958 se inauguró como sala de espera y facturación de equipajes, pero cuando Félix Calviño lo descubrió, lo primero que se le pasó por la cabeza fue restaurarlo como taberna. El local se encontraba lleno de graffitis y restos de habitantes okupas pero ya llevan 1 año y 9 meses en funcionamiento, como bar y restaurante, lo que siempre había sido un sueño para sus dueños. Sus paredes conservan esa esencia de estación de tren, donde acumulan recuerdos de pasajeros o conductores, y ahora quieren montar unas mesas de hierro para el comedor, que se moverán al igual que lo harían unas que estuvieran en el interior de un vagón, con esa ligera cadencia. "Soy de Taboada, y me crié jugando en la estación de tren, para mí esto tiene un simbolismo muy especial", confiesa Félix. Su especial localización hace que se convierta en un lugar al que hay que acudir a propósito, por lo que cada cliente resulta más que especial. Para Camiño de Ferro es fundamental el boca a boca y las páginas turísticas de Internet. El tren sigue pasando por las vías cada día, e incluso para durante el curso escolar, en dirección Santiago de Compostela. Ofrecen una cocina de calidad, con productos de la tierra, enfocándose ante todo en un buen sabor. Cruz Hermida, es quien se ocupa de la comida, y cuentan como crearon los platos ofertados: "aprovechamos los comentarios de la clientela para crear el menú, uno de los platos que más triunfa es algo tan sencillo como huevos fritos con patatas, que a la gente le encanta".

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