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El embalse cumple 50 años · La memoria sumergida

La lucha que el agua no logró sepultar

Los vecinos de Brocos realizaron protestas en los años 70 contra los abusos de la empresa

Antigua aldea de A Ponte, antes del anegamiento. // Bernabé/Javier Lalín

La parroquia de Brocos, en Agolada, tiene unos 10 kilómetros de costa junto al Ulla, por eso fue una de las más afectadas cuando se construyó el pantano de Portodemouros. Los vecinos de hasta 15 aldeas vieron cómo quedaban ocultas bajo las aguas sus mejores tierras de cultivo y los puentes que las comunicaban con el otro lado del río, ya en la provincia de A Coruña, donde también tenían fincas. Pero los daños colaterales del proyecto hidráulico no pararon ahí: O Marquesado y A Ponte, dos aldeas con población considerable (A Ponte tenía 100 familias en los años 60) y cierto desarrollo empresarial, quedarían para siempre sepultadas, emergiendo de nuevo a la luz en épocas de sequía extrema, para deleite de los turistas y nostalgia de los que allí nacieron.

Es el caso de Álvaro Vázquez. Su madre era oriunda de A Ponte y él fue uno de los principales cabecillas de las manifestaciones que organizó la parroquia durante los años 70, ya en los últimos años del franquismo, para exigir a la empresa que acometiese mejoras como accesos a fincas, dotaciones de nuevas pasarelas o redes de alumbrado público. "Cuando trascendió el proyecto del embalse, los vecinos ni siquiera sabían a qué puntos iba a afectar. Se limpió el monte y los topógrafos marcaron las zonas, pero en ningún momento hubo reuniones con los afectados", explica. La empresa adjudicataria, Moncabril y más tarde Unión Eléctrica SA, era una firma del estado, y sí llegó a pagar todas las expropiaciones. Pero la falta de tierras para seguir viviendo del campo obligó a muchos vecinos "a marcharse para Vigo, A Coruña, Ordes o Mesía. Brocos quedó, agrícolamente, muerto", afirma.

O Marquesado fue la primera aldea que anegaron. Pero la empresa operaba con tal impunidad que el lugar quedó medio cubierto por el agua cuando sus vecinos aún no habían podido recoger todas sus pertenencias. Se trataba de "meterles el miedo en el cuerpo a la gente". Poco importaba que esta aldea ya tuviese una central eléctrica familiar que surtía a toda la parroquia y que nunca más volvió a a emerger de las aguas. Tampoco se tuvo en cuenta que hubiese una fábrica de lino o que, ya en el cercano lugar de A Ponte, los vecinos tuviesen a su disposición un ultramarinos, la taberna 'Divina' y hasta una capilla. O que la abundante población de truchas tenga que lidiar ahora, 50 años después, con especies invasoras. Se construyó otro Marquesado pero se obvió la apertura de nuevos accesos para las fincas que habían quedado incomunicadas. "Estuvimos 15 años sin poder entrar en las parcelas, porque se hizo una carretera, la de Vila de Cruces a Melide, que a nosotros no nos solucionó el problema de las servidumbres". A Brocos tampoco le sirvió de mucho el ferry que comunica las dos orillas del Ulla y que atraca en Loño (también en Vila de Cruces) y Beigondo (Santiso).

Los vecinos se organizaron en comisiones parroquiales, que se reunían cada 15 días. Organizaron manifestaciones en el propio pantano, en las oficinas de Fenosa en A Coruña y en los juzgados de Lalín, por entonces en la calle Puente, ya a finales de los 70. Fue aquí cuando se encarceló a vecinos de Loño y Dombodán y fue precisa la intervención de agentes antidisturbios. Pese al revuelo, en ningún momento hubo un apoyo explícito por parte de los alcaldes de los municipios afectados. El entonces regidor de Agolada, Luis Yebra (fallecido en 2009) "se limitaba a decir que era la última parroquia del municipio y que desconocía la zona", relata Vázquez. Sí hubo, en cambio, un respaldo notable del BNG "que nos ayudó a recabar contactos en Santiago, y no pedía a cambio la afiliación". Al final, sí se hicieron los caminos, y la organización vecinal derivaría, con el tiempo, en la Plataforma de Afectados polo Embalse de Portodemouros.

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