En los últimos tiempos las iglesias se han convertido en el polo de atención de los amigos de lo ajeno. La recaudación de los cepillos, imágenes de gran valor e incluso cálices y la vestimentas de los sacerdotes se convierten en tentadores botines. Basta pensar en el robo, hace ahora dos años, de la imagen de la Virxe do Cristal, en Celanova, o ya en Deza, el hurto de las campanas de la antigua iglesia parroquial de Abades (en 2010) o el intento de asalto a la iglesia de Donramiro, en 2013.

Con estos antecedentes, el templo parroquial de Lalín ya lleva un par de sustos en una semana. El pasado sábado, mientras se impartía el catecismo, los profesores y niños que se encontraban en el templo vieron cómo entraba al mismo un varón de mediana edad, al que no vieron salir. Tras buscar por todo el inmueble, lo descubrieron escondido bajo el asiento que ocupan los sacerdotes en uno de los confesionarios del templo. Tras alertar a la Policía Local, los agentes interrogaron al hombre, que al parecer tenía antecedentes por robo.

Por si esto fuera poco, anteayer el sacerdote, Manuel Salgado, descubrió que unos desconocidos habían intentado forzar la puerta de acceso al interior del templo con un destornillador. Los daños materiales son mínimos, pero son suficientes para poner en alerta a toda la comunidad religiosa. El párroco cree que este intento de asalto pudo producirse en torno al mediodía del jueves.