El 18 de julio de 1927 al mediodía comenzó a circular por Madrid la noticia de que el comandante aviador Loriga había sufrido un accidente de aviación en el aeródromo de Cuatro Vientos, ocasionándose tan graves heridas que falleció momentos después.

Hallándose en el aeródromo, Loriga mostró deseos de ascender en una motoavioneta francesa, marca Albert, para hacer pruebas. Tanto el comandante jefe del aeródromo, Peñalver, como el jefe de día, el Capitán Calvo, hicieron ver a Loriga que ya no era hora de vuelo, pues eran las doce menos veinte de la mañana. Loriga insistió en sus deseos de efectuar un pequeño vuelo para probar el aparato, argumentando que aun faltaban cerca de diez minutos, pues la hora terminaba a las doce menos cuarto esos días. Fue autorizado y montó en la avioneta, despegando con gran maestría, pero, a los pocos segundos, cuando se hallaba solo a unos 60 metros de altura, el aparato, sin que se sepan las causas, cayó en forma de barrena estrellándose violentamente contra el suelo, a unos tres kilómetros de distancia de la torre de observación, en un lugar situado en la parte exterior derecha del aeródromo, conocido por Andén de Cuatro Vientos.

Por los alrededores volaban el capitán Rambaut, con un aparato Foquer, y el capitán Méndez, con otro avión de marca española; ambos se dieron cuenta del accidente, aunque ignoraban quien era el piloto. Aterrizaron cerca del lugar del suceso, prestándole los primeros auxilios a Loriga, que se encontraba entre los montones de astillas del aparato, la hélice estaba rota e incrustada en tierra, el motor estaba completamente destrozado y partido el sillín que ocupaba el piloto y, ante esta visión dantesca, advirtieron que se encontraba gravísimo, lo trasladaron sin pérdida de tiempo al botiquín de urgencias de Cuatro Vientos, en donde el comandante médico Pérez Núñez y el comandante D'Arcout procedieron a reconocerlo con toda rapidez.

Los facultativos le inyectaron grandes dosis de aceite alcanforado, suero y cafeína, pero todo fue inútil, certificando la muerte del heroico piloto. Según los médicos, la muerte debió ocurrir cuando era trasladado al botiquín del aeródromo y producida por shock traumático. Se le apreciaron las siguientes heridas: una, grande, en la órbita del ojo derecho con gran hemorragia; un tremendo corte en el labio superior con desprendimiento de varios dientes, fractura de ambas piernas por el tobillo, fractura de la pierna izquierda por el muslo, los brazos tronchados y numerosas lesiones en todo el cuerpo. La muerte fue instantánea.

Le fueron recogidos al cadáver tres medallitas de oro que llevaba al cuello con una cadenita, el anillo nupcial y su carnet de piloto de aviación. El piloto francés Monsieur Magnard lloraba amargamente, lamentando la desgracia ocurrida a Loriga, con quien había simpatizado de modo extraordinario y también porque la desgracia había ocurrido con su aparato.

Vuelos suspendidos

El jefe del aeródromo, en señal de duelo, ordenó que se suspendieran todos los vuelos. Tampoco se trabajó en los talleres. Inmediatamente le comunicaron la noticia al general Primo de Rivera, al ministro de la Guerra, el duque de Tetuán, y al padre de Loriga, el coronel de artillería Eliseo Loriga, que mandaba el Tercer Regimiento de Montaña en la Coruña. Avisado el Juzgado militar, comenzó las diligencias y dispuso el traslado del cadáver desde Cuatro Vientos al depósito del Hospital Militar de Carabanchel, donde se le dejó tendido sobre una mesa de mármol, cubierta con una sábana. No se le desnudó, quedó vestido con la misma ropa con que efectuó el vuelo que le costó la vida. Llevaba el pantalón del uniforme de diario de Aviación y una camisa rayada y, encima, un mono caqui de servicio. A la cabecera se colocó un crucifijo de gran tamaño y una estampa de la Virgen de la Soledad. Quedaron junto al cadáver, velándolo, sus compañeros aviadores Buylla, Muntán y Pardo.

Al conocerse la noticia, comenzaron a llegar gran número de personalidades, amigos y compañeros: El capitán general de la Región, Ardanaz; el ayudante de Primo de Rivera; el duque de Hornachuelos; los coroneles Kindelán y Bayo; el gobernador militar, López Pozas; el general Soriano; el duque de Extremera y otras autoridades. A última hora de la tarde llegó el ministro de la Guerra, el cual estuvo orando ante el cadáver. También acudió al depósito, orando y dando el pésame a la viuda, el francés Magnard, que se mostraba abatidísimo. Entre otras manifestaciones de pésame recibidas, figura la del agregado aeronáutico italiano, comandante Zepelloni, quien envió una corona con la dedicatoria: "El agregado aeronáutico italiano a su querido compañero Loriga".

A la una y media de la tarde llegó la esposa de Loriga, Josefa Ruiz, acompañada de su tía política, señora de Taboada y de su esposo, también aviador de Cuatro Vientos y primo del piloto. El aviador Pardo trató de preparar a la infortuna para darle la triste notica pero no se pudo evitar el desarrollo de una natural y terrible escena, que conmovió profundamente a todos, abrazándose al cadáver lloraba amargamente y no se cansaba de decir: "Me dijo esta mañana que iría al aeródromo pero que no volaría. Yo me quede más tranquila porque se puso el uniforme de artillería y no el de aviación". Costando gran trabajo separarla de él.

Ayudada por dos Hermanas de la Caridad, depositó junto a la cabecera un pequeño cuadro con la imagen de la Virgen de la Esperanza, por la que Loriga sentía gran devoción y que la llevaba porque al salir de su casa creía que su marido se hallaba con vida. También depositó sobre el pecho tres medallas, la de Virgen del Pilar, la del Perpetuo Socorro y la de la Virgen de Loreto, esta última con orla de brillantes, que Loriga tenía siempre enlazadas con una púa de oro y prendidas a la cabecera de su cama. Los compañeros de Loriga le hicieron entrega a la viuda del anillo nupcial que llevaba puesto en el momento del accidente.

Recién casado

Hacía dos meses que habían contraído matrimonio. El día anterior al accidente había estado en la estación despidiendo a su madre y a su hermana, las cuales, al llegar a la Coruña, fueron recibidas por el coronel Loriga acompañado del general Feijoó, que le trasmitieron la terrible desgracia, que acogieron con enorme desconsuelo. Loriga tenía el propósito de emprender en unos días, en unión de su joven esposa, un viaje por el Norte.

A las cinco quedó convertido el depósito en capilla ardiente, con hachones encendidos rodeando el cadáver. Este quedó depositado sobre la misma mesa, cubriéndola con lienzos de los colores nacionales. El cuerpo de Loriga fue envuelto también con la bandera nacional. A la capilla mortuoria,llegaron numerosas coronas, entre ellas una muy sentida de su esposa, del comandante Gallarza, del Real Aéreo Club, del ministro de la Guerra, del jefe de los servicios de aviación, jefes y oficiales de Cuatro Vientos. También llegó unacon cintas de los colores nacionales, con dedicatoria sentidísima de Magnard.

Al día siguiente, a las dos y media de la tarde, el médico forense en unión de dos compañeros le practicó la autopsia al cadáver y fue embalsamado. A las cuatro y media se verificó el traslado a la Estación del Norte con el objeto de ser trasladado en el tren Expreso de las siete y veinte a Orense, donde le esperaban e duque de Tetuán y numerosos elementos militares. Presidieron el acto fúnebre el obispo de Madrid, el comandante Serra, en representación del Rey, el Conde del Grove, en la del príncipe de Asturias, y otras personalidades. El féretro fue envuelto en la bandera española, conduciéndolo una carroza tirada por cuatro caballos. Antes de arrancar la comitiva, se rezó un responso. Una compañía de aviación hizo al cadáver los honores. Detrás del féretro iba el padre del difunto, acompañado de un sacerdote, en coche. El comandante Estévez, el capitán Ruiz de Alda y otros aviadores sacaron el féretro a hombros, depositándolo en el furgón del Expreso de Galicia. Los aviones arrojaron flores sobre el furgón. Acompañaron al cadáver en el tren el padre, el aviador Bellod y Taboada, primo de Loriga.

Desde Orense, en coche, el cadáver de Loriga fue trasladado a Lalín, donde se rezaron solemnes responsos, recibiendo sepultura en el panteón familiar del cementerio de la iglesia parroquial del Corpiño.