Con la llegada del verano y del buen tiempo, cada año arriban a los montes dezanos los profesionales encargados de retirar el corcho a las sobreiras que pueblan algunas de las zonas boscosas de la comarca. La temporada para esta labor arranca el 15 de junio y se extiende hasta finales de agosto. Concretamente, en Agolada, en el enclave natural conocido como Sobreiral do Arnego, las tareas comenzaron en días pasados.

Llegados desde tierras portuguesas, una cuadrilla de hombres recorren las pistas del municipio en un ir y venir para carretear el corcho. Sus manos, tiznadas y agrietadas, denotan el trabajo manual que realizan. Con machetes especiales para esta labor arrancan cuidadosamente la corteza de los árboles para no dañar el entrecasco. Una labor silenciosa y artesanal, frente a otras modernas técnicas empleadas hoy en día en el área forestal. Olimpio Fernandes, que lleva dedicándose a este negocio 30 años, es el encargado de esta cuadrilla. Confiesa que es importante que sean expertos en esta tarea y que se cumplan, además de los requerimientos legales en su extracción, otros requisitos para que el árbol no sufra. "Si llueve, hace frío o mal tiempo debemos parar", apunta.

En esta temporada se llevarán de tierras dezanas entre ocho o diez toneladas de corcho, frente a las 50 que se transportaron en otras épocas. "Los expertos solo con mirar la corteza ya sabemos el precio que alcanzará, si es de una calidad u otra", apunta Fernándes.

El corcho de Agolada viajará primero a tierras portuguesas, donde está considerado un artículo de lujo y supone en torno al 53% de la producción mundial. Luego se destinará, dependiendo de la calidad, a corchos de vino, suelas para zapatos o diversidad de usos entre los que figuran la confección de asientos para automóviles o incluso prendas, como la visera confeccionada con corcho que viste el hijo del capataz. Gran parte se exporta a países como Alemania o Rusia, según apuntan estos recolectores.

De su paso por la zona quedan los troncos desnudos de las sobreiras que lucen con un color rojizo avivando la tonalidad del paisaje. Tendrán que pasar nueve años para que de nuevo estos árboles vuelvan a ser despojados del corcho.