La vorágine de los centros comerciales y de su combinación de ocio, tiendas y supermercado no acaba de imponerse a las tiendas de toda la vida que aún perviven en Deza. Quedan algunos coloniales en los cascos urbanos de Lalín y Silleda, pero hay muchos más en las zonas rurales. Los colmados, en muchos casos, suelen tener además una cafetería o taberna.

Uno de los ultramarinos más veteranos de Lalín es Comercial Amador, en Prado. Lucita Cuiña lo atiende desde hace 60 años. Su marido, Amador, abrió esta tienda al pie de la N-525 cuando todavía estaba soltero y recién llegado de Ourense. Por entonces el local fue toda una novedad en el lugar, "puesto que combinaba ferretería y alimentos, un servicio del que carecía el pueblo" y al que, con el tiempo, se le añadió un estanco. Sin embargo, sus propietarios nunca pensaron en montar un bar, porque ya había más de uno en el lugar. El local mantiene el mismo aspecto que cuando se puso en marcha, y a decir verdad "tiene más clientes de fuera que de Prado", explica esta encantadora mujer, que atiende el súper junto a su hija puesto que su otro vástago regenta el almacén de materiales de construcción.

Como en cualquier otro colmado, Lucita hace la cuenta de las compras a mano y carece de registradora. Del mismo modo su horario de atención al público casi supera al de un centro comercial. "Abrimos de nueve de la mañana a dos de la tarde, y de tres a nueve de la noche", de lunes a sábado. Pero es que además los domingos la tienda atiende hasta las 14.00 horas. Estar al pie de la carretera nacional tiene sus beneficios, pero también causa algún que otro susto. En los más de 70 años de existencia del local, los ladrones intentaron robarlo casi media docena de veces, aprovechando que sus dueños no se encontraban en el mismo. Pero en otras dos ocasiones, entraron con los propietarios dentro. "La última vez destrozaron la puerta para llevarse únicamente un paquete de Marlboro y latas de bebidas", comenta, jocosa, Lucita, que por el momento tiene claro que continuará al frente de su tienda de comestibles, que a veces se convierte en una pequeña sala de reuniones entre los clientes habituales.

Y de la misma forma que Comercial Amador tiene una red de clientes que va más allá de Prado, Comercial Cantón, en Dozón, dispone de compradores a los que sirve a domicilio a todas las localidades del concello e incluso a las fronterizas de Lalín. La empresa abrió el bar del mismo nombre hace dos décadas, mientras que la tienda funciona desde comienzos de este siglo. Los clientes pueden realizar la compra incluso por teléfono, como explica Raquel Rodríguez, ya que el camión de reparto se encarga de distribuir los pedidos a diario. La diferencia de precio entre estas tiendas de comestibles y los supermercados es escasa y, de existir, ésta queda cubierta por el servicio a domicilio.

Fijar población en el rural

En otros tiempo, los ultramarinos del rural sirvieron para cubrir la demanda del gran volumen de población que residía en el rural. Hoy, sin embargo, suponen una ayuda a la hora de fijar población en las aldeas y son un vivo ejemplo del concepto de comercio de proximidad, que ahora vuelve a estar en boga. Para quien pueda pensar que estos micronegocios pueden caer en la ruina por culpa de clientes que no pueden pagar en el momento -algo impensable en un supermercado- desde Comercial Amador se señala que estos pasivos siempre se saldan, más pronto o más tarde. Ello se debe a que el cliente de una tienda de pueblo saldará sus cuentas con éstas porque sabe que la tiene a mano, a prácticamente a cualquier hora del día, aunque el colmado no tenga anchos pasillos, ni aire acondicionado, ni los productos ordenados milimétricamente.