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Alberto Núñez Sabarís: "Mi trabajo me lleva por el mundo, pero encuentro tiempo para estar en Zacande"

"Como observador internacional me estrené en las elecciones de Armenia, con resultados moderadamente positivos"

Alberto Núñez Sabarís, en el parlamento de Cabo Verde. // FdV

Los horizontes del municipio de Meis parecen ampliarse de forma especial para uno de sus vecinos, Alberto Núñez Sabarís, quien no se siente "fuera" de su tierra, a pesar de haber elegido una profesión que le ha llevado a recorrer diversos países de varios continentes, ya que actualmente se dedica a la redacción de proyectos de cooperación internacional. Acabó recientemente uno en Cabo Verde, ahora está con otro en colaboración con Unicef sobre salud materno-infantil en Tajikistán y aún tuvo tiempo para llevar a cabo una labor voluntaria de observador internacional en las elecciones democráticas que se celebraron a principios de mes en Armenia

- ¿Estrenó su papel de observador internacional en las elecciones de Armenia?

- La OSCE, organización de seguridad y cooperación europea, organiza la observación electoral, aunque la selección de los observadores la realiza el Ministerio de Asuntos Exteriores de España. Para ser observador hay que pasar una acreditación, un curso organizado por el propio Ministerio. Yo lo hice en el año 2007, me convocaron para hacer otra observación, pero no pude participar por razones laborales, y ahora sí pude ir, por lo que las elecciones de Armenia fueron mi primera participación como observador.

- ¿Tiene ya experiencia en otros ámbitos de las relaciones internacionales?

- Ya he participado en otros proyectos internacionales, pero como observación pura y dura, ésta fue la primera. Es un proceso un poco largo porque desde que uno hace el curso hasta que lo convocan puede pasar mucho tiempo. En España hay una lista de espera muy grande, ya que hay muchas personas acreditadas para realizar observación internacional. De hecho, el Ministerio dejó de hacer más convocatorias de cursos de este tipo.

- ¿Piden alguna característica especial además del curso de observador?

- Lo complicado es poder participar en el curso. Para observación han dividido el mundo en tres: por un lado la OSCE que actúa en la antigua Unión Soviética y los países del este europeo. La Unión Europea hace observaciones en países de África y Asia, y la OEA (Organización de Estados Americanos) actúa en América. Son tres entes que se reparten la observación internacional. Para hacer el curso el Ministerio hace una selección entre gente que tiene un perfil de relaciones internacionales, de Ciencias Políticas. La mayor parte de la gente que conozco que hace este curso, tiene un máster en Relaciones Internacionales, o de la carrera diplomática. Yo trabajo en el campo de Relaciones Internacionales, pero haciendo proyectos de cooperación.

- ¿Cómo fue la experiencia en Armenia?

- La observación tiene tres niveles. En el primero un equipo de especialistas pasa 3 o 4 meses en el país; llevan la batuta del tema de observación y monitorizan durante este tiempo todo el proceso electoral. Después están los longterms, observadores de larga duración, que están un mes en el país, y después están los short terms observer. En este caso fuimos 250 observadores internacionales, centrados sobre todo en la semana electoral y el día de las elecciones. Miramos que se cumplan los procedimientos electorales: jornada de reflexión, día de la votación y del recuento de votos posterior. Ese es nuestro objetivo. En Armenia las elecciones fueron calmas, no hubo grandes disturbios, se respetaron las libertades fundamentales a nivel de voto. Podemos decir que los resultados fueron moderadamente positivos.

- ¿Dónde estuvo destinado?

- El destino solo lo conocemos cuando llegamos al país con el fin de mantener la objetividad. Yo estuve en una ciudad que se llama Vanadzor, en una región norteña lindando con Georgia. Es una ciudad, como en todos los países postsoviéticos, que sufren una depresión bastante grande. Era una ciudad industrial, con muchas fábricas químicas cerradas en su mayor parte, por lo que vive un proceso de depresión económica y social bastante grave. Yo estaba en un suburbio de la ciudad y observaba, a nivel de procedimientos, bastantes dificultades de comprensión, porque el sistema de votación es más complejo que el nuestro. Está bastante informatizado, por lo que hay dispositivos electrónicos. Cuando el votante entra al colegio electoral le hacen un control de la huella dactilar para votar, le sale un papelito con su foto, verifican su registro en el censo, tiene que ir a otro listado para comprobar que está censado, firma y, a partir de ahí, le dan todas las papeletas y los sobres para ir a una caja de seguridad donde introduce la papeleta en el sobre y después va a votar a una urna. Muchas veces observaba en la gente dificultad de comprensión por el proceso, pero hasta cierto punto es normal, porque este procedimiento es nuevo.

- ¿Cómo es la región que le tocó como observador?

- Es muy bonita e interesante tanto a nivel geográfico como de monumentos. Armenia fue el primer Estado declarado cristiano de la historia, y entonces hay muchos monumentos religiosos, monasterios muy antiguos. Por eso, además de la observación pude disfrutar del país, de su paisaje y patrimonio cultural.

- ¿Y la gente cómo es?

-Yo fui como observador con una ciudadana americana. Teníamos coche con chófer e intérprete. En mi caso, me ayuda que hablo ruso porque estudié y trabajé en Moscú una temporada, y a la hora de comunicarme con los locales, aunque su idioma nativo es el armenio, el ruso sigue siendo su segundo idioma de comunicación. Así evité la matización del intérprete. La gente es muy amable, muy colaboradora. No están acostumbrados a recibir mucha gente de fuera, sobre todo en las provincias, por lo que se mostraban sorprendidos de que pudiera hablar ruso con ellos. Culturalmente Armenia ya era una potencia dentro de la Unión Soviética y su gente está bastante bien preparada, a pesar del problema actual económico que lleva a la emigración a mucha gente joven, especialmente en Moscú. También me resultó de mucha utilidad el idioma gallego porque teníamos una supervisora polaca que había estado en Brasil y me comuniqué más fácil con ella en mi lengua materna.

- Casi podemos decir que usted es un ciudadano del mundo.

-Soy gallego, resido en Barcelona, mi mujer es vasca. Estoy trabajando ahora en un proyecto con Unicef en Tajikistan, un país de Asia central, también de la antigua Unión Soviética ubicado al norte de Afganistán y al este de China, en el punto medio de la Ruta de la Seda. El proyecto que es de salud materno-infantil lo acabaré en junio. Terminé hace poco otro en Cabo Verde, en África. La verdad es que no paro, porque también trabajé mucho en América Latina: Panamá, República Dominicana, Brasil, Nicaragua, entre otros, ya he tocado unos cuantos países. En Rusia estudié con una beca en el instituto Pushkin y quedé trabajando en una empresa en Moscú que no tiene nada que ver con lo que hago ahora. Después ya me incorporé al mundo de la cooperación internacional y de la consultoría, que es lo que llevo haciendo en los últimos años. Trabajo con el Banco Mundial, Unicef y Naciones Unidas.

- ¿Le queda algo de tiempo para visitar su Zacande natal?

- Siempre hay tiempo. Cada mes y medio, dependiendo del trabajo, puedo hacer una visita. La tierra, tira. Por este motivo no hice más actuaciones de observación internacional; es difícil compatibilizar más viajes con la observación electoral, porque esta actividad no es remunerada, es voluntaria.

- ¿Qué es lo que más extraña de Galicia, de Meis y especialmente de Zacande, además de la familia?

- Es difícil destacar algo. Nunca me sentí fuera, porque vengo muy a menudo a Zacande. Por el trabajo que tengo puedo pasar días trabajando desde casa en Meis; esta es la ventaja del mundo globalizado y con internet que tenemos actualmente. Por eso no me siento tan lejos. Como decía Cunqueiro, el clima me sienta bien. La comida, el aire, el clima, es un conjunto de elementos geográficos que me sientan bien al cuerpo. Al final hay gente que me dice que me ve más a mi que a otros vecinos que viven en Meis, porque últimamente la gente solo se mueve en coche por las aldeas. Me gusta mucho andar en bicicleta por Meis.

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