Algunos de los hosteleros que compraban estos churros han dicho ayer sentirse víctimas de estos hechos tras asegurar que desconocían por completo las condiciones en las que se preparaban en el galpón de Campolongo en el que estaba ubicado este obrador. Aseguran que la "presencia" del producto era correcta, "tenían buena pinta y además sabían muy bien", por lo que difícilmente se podían imaginar las lamentables condiciones de higiene en las que se cocinaban. "Evidentemente si llego a saber qué se preparaban en un local como el que vi en las fotos de los periódicos no los compraría", señalaba ayer otro hostelero.

Fuentes de la Guardia Civil confirmaron que es muy probable que los hosteleros desconociesen estas penosas condiciones de higiene, aunque se investiga si aún así existió algún tipo de infracción por parte de los compradores de la mercancía al despreocuparse de su procedencia. Los agentes piensan que fue clave para que los hosteleros no desconfiasen de la calidad del producto el hecho de que los responsables del obrador estén vinculados en segundo grado a una familia muy conocida con una estrecha y reconocida relación con la elaboración de churros de calidad. De hecho, miembros de esta misma familia mantienen abiertos en la ciudad churrerías perfectamente legales y cumpliendo todas las condiciones sanitarias.