Los incendios acrecientan el efecto de catástrofe sobre una provincia acribillada por el fuego como nunca que ya ha perdido en cinco días, según cálculos de Medio Rural que los afectados multiplican, 6.500 hectáreas, la mayor parte en espacios naturales protegidos como el Xurés –emboscado por nuevos fuegos y en peligro de conservación–, la Ribeira Sacra, la Serra de San Mamede o el Macizo Central, donde las llamas devoran miles de hectáreas sin freno hacia previsiones apocalípticas. La oleada pirómana ha degradado la calidad del aire en la mitad sur ourensana. Nueve concellos están en alerta tras registrarse un nivel de partículas en suspensión en el aire, como la ceniza, por encima del nivel recomendable para la población.

Aunque la consellería de Sanidade prevé una mejora de los parámetros en los próximos días, la actual concentración podría agravar o provocar afecciones a los habitantes de Verín, Monterrei, Cualedro, Sarreaus, Vilar de Barrio, Montederramo, Vilariño de Conso, Castrelo do Val y Laza, donde se registró la medición superior al umbral. Bebés, niños, embarazadas, enfermos cardíacos y pulmonares crónicos conforman el grupo de riesgo entre una población del área afectada que supera las 27.000 personas.

"Debe haber precauciones y no alarma, porque los problemas respiratorios se contraen en un ambiente de continuidad y no es el caso. Aunque la gente tiene que saber que en el foco, muy cerca del incendio, hay mayor concentración de partículas y gases tóxicos". Son manifestaciones del jefe de servicio de Neumología del CHUO, Pedro Marcos Velázquez. Los pacientes crónicos, con enfermedades obstructivas de pulmón o dolencias cardíacas, pueden ver empeorados sus síntomas de modo que, según este médico, "deben ajustarse a su tratamiento".

La vista alcanza humo en la práctica totalidad de una provincia con diez fuegos de más de 20 hectáreas que siguen activos y una multitud de nuevos focos que proliferan de norte a sur desgastando la ya minada capacidad de unas brigadas al mínimo que, pese a todo, resisten con voluntad numantina. El mayor frente acuchilla el Macizo Central. Las llamas amenazaron ayer dos pueblos en Manzaneda y han devorado, en todo el territorio afectado, 6.000 hectáreas según brigadistas, forestales y alcaldes, aunque la Xunta lo rebaje a 1.860 en total. Las reproducciones son constantes, el viento cambiante, la orografía pedregosa y los medios todavía escasos pese al despliegue de militares y a la llegada de multitud de aparatos aéreos desde comunidades como Valencia o Madrid.

La grieta abrasa monte en el eje geográfica y previsible ruta de paso criminal del este a oeste, desde el Macizo Central, Viana do Bolo (un frente activo afecta a 400 hectáreas), A Gudiña (150), O Bolo (extinguido tras 100 hectáreas) y Riós (200), hasta Esgos (150) o Pereiro (sofocado con 80) . Maceda toma resuello teñida de negro carbón. Han ardido, como mínimo, 1.590 hectáreas en lugares tan emblemáticos como la Serra de San Mamede y asediaron casi todas las aldeas. Este fuego quedó controlado al igual que los sucesivos de A Peroxa que devastó 300 hectáreas y retrató la estupidez criminal de una pequeña localidad donde se registraron en días 14 fuegos distintos.

Peligra el Xurés

Han ardido al menos 25 hectáreas al caer la noche en Calvos de Randín, 31 en Padrenda y más de 20 en Baltar, donde se han instalado una dotación de la UME para colaborar en la Serra de Larouco y A Boullosa, donde el fuego cerca las aldeas de Meaus y Tosende.

Preocupante, histórica y reiterada situación experimenta el parque natural del Xurés, que ayer recibió un nuevo frente de Portugal por Muiños a sumar al millar de hectáreas quemadas en Lobios –forestales y brigadistas lo elevan a una dimensión catastrófica de 5.000–, a los elevados daños de flora y fauna, y a la proximidad de una nueva lengua de fuego desde terreno luso que avanza hacia la Sierra de Santa Eufemia donde se han realizado sueltas de aves. Otro foco afecta a la última expansión de la Reserva de la Biosfera en las fragas de Lobeira donde, según brigadistas, se han malogrado ya 100 hectáreas.

Fuentes forestales advierten de la incalculable pérdida de biodiversidad que ha sufrido el parque, de las seguras bajas entre los corzos, gatos monteses, liebres, conejos, lobos o reses, muchas de las cuales todavía no han aparecido. Las llamas han quemado reforestaciones y décadas de bosque. Lo peor podría traerlo la lluvia acuchillando el terreno y llevando la erosión a la cuenca de los ríos. "Dios ha castigado a esta provincia", retrata un forestal hastiado por la mala gestión política de un espacio natural de máxima protección, por la "incompetencia" y "desorganización" a la hora de atacar los frentes de los últimos días.. Las agresiones al Xurés son una tónica que se reproduce, fuegos en ocasiones que buscan la expansión de pastos desde Portugal.