Opinión | Artículos de broma
A las dos serán las tres
El cambio de hora español para ser alemanes fuera de huso es una arbitrariedad insuficiente. Mejor hubiera sido que el gobierno hubiera determinado que a las 2.00 fueran las 19.34 del domingo. La noche se habría alargado, aunque se hiciera de día en seguida y el desayuno reclamado por nuestro estómago fuera cena o resopón. La hostelería lo habría agradecido haciendo más caja, aunque no conciliaran la vida laboral y familiar ni clientes ni camareros. Algunas parejas habrían hecho el amor sin esfuerzo desde la 1.55 hasta las 19.40, como en las proezas sexuales de Joaquín Sabina o de Fernando Sánchez Dragó.
¡Qué horas son estas de vivir!, reprocharía la gente de orden, alterada en 17 horas 34 minutos. Muchas horas de la noche serían de día y muchas del día, de noche. A mediodía de antes serían las 5.34 de la madrugada de ahora. Nuestra percepción cambiaría más drásticamente que eso de que, por la orden de que a las dos del domingo hayan sido las tres, nos levantemos de nuevo de noche a cambio de que la tarde se alargue.
Que a las dos sean las tres es de una arbitrariedad bíblica. Ningún gobierno lo deroga porque al presidente, por un momento, le da la sensación de ser Dios. Lea esta paráfrasis con voz de Morgan Freeman y verá qué convincente es. “A la mujer dijo Yahvé: con dolor parirás los hijos; y para tu marido será tu deseo, y él se enseñoreará de ti. Y a las dos serán las tres”. Así hablaba Dios, según las escrituras. Así les gustaría a los gobernantes imponer las cosas, porque les sale de Yahvé, como a Yahvé le salía de la parte correspondiente de la que sacó semejanza para el hombre. El cambio de hora fue idea de Franco, que fue caudillo por la G. de Dios y se mantiene medio siglo después de su muerte, como permanece en algún obispo español que Dios lo sea por la G. de Franco.
También el cuerpo se adaptaría al cambio de que a las 2 fueran las 19.34. Hablamos de cuerpos españoles que, tensiones identitarias aparte, soportan los mismos horarios y nadie quiere independizarse de ellos, ni cambiar el huso por el cupo horario.
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