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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

Turcos, portugueses, gallegos

El Celta acaba de contratar a un entrenador apodado El Turco, en claro desafío a las leyes de la naturaleza y del balompié. Ahora solo falta que el Deportivo fiche a José Mourinho -famoso portugués- para que se produzca una transmutación general de todos los valores como la que propuso Nietzsche.

Sabido es, aunque se ignoren los motivos, que los deportivistas suelen reputar de portugueses a los seguidores del Celta; y que estos, a su vez, consideran originarios de Turquía a los coruñeses. Esta curiosa percepción del adversario facilitó que en Galicia se disputasen partidos internacionales incluso antes de que sus dos principales equipos se ganaran el derecho a jugar en competiciones europeas. Cada derbi era, en realidad, un enfrentamiento entre las selecciones lusa y otomana.

Infelizmente, la caída -es de esperar que fugaz- del Deportivo a los infiernos de la Segunda División privará a nordistas y confederados del habitual derbi, al menos en la próxima temporada. Es lástima. No podremos evaluar la reacción de los Riazor Blues, pongamos por caso, a la presencia de uno de los suyos infiltrado en el banquillo del Celta. Ni, desde luego, la de los Celtarras ante una eventual derrota de su equipo bajo el mando siempre chocante de un turco, aunque sea de pega y hable con cadencioso deje argentino.

El asunto tiene más enjundia de lo que pudiera parecer. Mucha gente ve el fútbol como un mero deporte en el que once aventajados atletas juegan contra otros once y al final siempre gana Alemania; pero no es exactamente así. Bill Shanky, legendario entrenador del Liverpool, solía aclarar que "algunos creen que el fútbol es una cuestión de vida o muerte; pero se trata de algo mucho más importante que eso".

Bien lo sabemos aquí por tierras de Breogán y del Apóstol, donde se es del Celta o del Deportivo; pero nunca de ambos a la vez.

La doble militancia resulta simplemente un imposible metafísico solo al alcance de políticos de la sutileza de Mariano Rajoy, formado en la maquiavélica escuela de Pío Cabanillas (padre). El actual presidente puede ser del Celta, del Deportivo y a la vez del Madrid, sin excluir al Barça. Fuera de esa rara excepción, lo habitual es que los dos principales equipos gallegos marquen en lo futbolístico la divisoria todavía existente entre las dos Galicias del norte y el sur, con Santiago como cuestionado árbitro.

"Vigo, nación; Celta, selección", coreaban hace años los partidarios de que la ciudad ejerciese su soberanía futbolística. Nada de particular. También Francisco Vázquez, por aquel entonces alcalde coruñés e hincha del Depor, se aplicaba con igual denuedo a la tarea de edificar en A Coruña una república local al modo de la de Venecia.

Todo esto cobraba sentido mientras se pudiese identificar con claridad al rival, más allá del común color azul de las camisetas. Décadas atrás, los deportivistas sospechaban que les iban a cobrar en escudos lusitanos nada más cruzar los límites de Redondela; y a su vez los célticos daban por hecho que las de Coruña eran tierras bajo el dominio de Solimán, sultán magnífico.

Puede que esa disputa futbolística ya no sea tan extremada ahora, pero, aun así, el fichaje de un técnico turco o seudoturco por el Celta supone una pequeña revolución y acaso una astucia táctica de la jefatura celeste. Si le sale bien y el equipo gana algo, tal vez se acabe ahí la vieja división turco-portuguesa de Galicia.

stylename="070_TXT_inf_01"> anxelvence@gmail.com

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