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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

La mitad del cielo y el 10% de la Tierra

Una huelga a la que bien podrían haberse sumado la Virgen María (según el arzobispo de Madrid) y la reina de España ha de ser, por fuerza, un acontecimiento en la historia de las relaciones laborales. No había hasta ahora noticias de que la Iglesia y la Monarquía, instituciones del antiguo régimen, apoyasen las demandas del pueblo trabajador; pero en esto se conoce la fuerza del feminismo. Los misóginos de toda la vida están que trinan, por más que se lo callen.

No solo se trata de esas venerables instituciones. Todo el mundo se ha puesto a hacerle la pelota a las señoras en esta efeméride de marzo, lo que no deja de ser una forma de galantería.

Caballeros, aunque solo sea por un día, los hombres han apoyado de forma mayoritaria las demandas de las mujeres a favor de que se les iguale el sueldo con el de los chicos. Y de que los empresarios aminoren los inconvenientes laborales que trae consigo la maternidad, entre otras peticiones que son de sentido común. Quizá sea esta lógica la que explique la rara unanimidad que ha suscitado la huelga.

La movilización ha tenido un fenomenal éxito: y lo que es mejor y más sorprendente, nadie parece sentirse perjudicado. Ni siquiera el Gobierno, que, a pesar de sus titubeos iniciales, dijo estar "muy satisfecho" por el desarrollo de la reivindicación. Otra cosa es que haga algo para atenderla, pero ya se sabe que estos asuntos llevan su tiempo y hay que meditarlos mucho.

Con el retraso habitual por aquí, España ha descubierto que los chinos llevan razón cuando dicen que las mujeres son la mitad del cielo. Infelizmente, y aunque esto no lo diga el proverbio asiático, apenas tienen un diez por ciento de participación en las tareas de mando y organización de la sociedad. En la Tierra les toca más bien el papel de mano de obra barata y a menudo gratuita encargada de soportar la economía de las naciones.

Ni aun el Estado, con todos sus poderes, es capaz de sustituir su labor, lo que acaso explique las dificultades -aparentemente insalvables- para financiar las leyes de dependencia. Son ellas, como nadie ignora, las que verdaderamente sostienen el esfuerzo productivo de cualquier país: ya sea en el obligatorio y no remunerado puesto de trabajo de la casa, ya en el de la fábrica o la oficina, ya en ambos a la vez.

No solo lo hacen en los países del desdichado Tercer Mundo, donde su papel se asemeja extraordinariamente al de las bestias de carga. También en esta afortunada parte del planeta en la que nos ha tocado vivir, son las mujeres los únicos seres humanos que no pueden escapar a la maldición bíblica de la faena.

Todo ello contribuye a explicar el apoyo unánime que -al menos, de boquilla- ha recibido este año la movilización del Día de la Mujer Trabajadora, enunciado que en sí mismo constituye una redundancia. Jaleada por las teles y hasta las instituciones del ancien régime, la protesta ha dejado también satisfechos al Gobierno, a los partidos, a los sindicatos y al sursum corda.

Ya se entiende algo menos que, si todos están de acuerdo en acabar con la triste situación de desventaja de las mujeres, estas sigan padeciendo su actual papel subalterno en la vida del país y la alevosa condición de pluriempleadas en la casa y en el tajo. Doctores tiene la Iglesia y el Gobierno que seguramente sabrán explicar este misterio. Lo sabremos de aquí a un año. O no.

stylename="070_TXT_inf_01"> anxelvence@gmail.com

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