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Pensar en Europa

Va siendo hora de que los partidos, los nuestros y los de los demás, piensen más en Europa en lugar de argumentar y debatir casi exclusivamente en clave nacional como viene ocurriendo.

Europa es un tema que suele abordarse solo como de pasada en las campañas electorales sin que muchas veces ni los ciudadanos ni los medios parezcan presionar lo suficiente para que cambien las cosas.

Y, sin embargo, es cada vez más evidente que los desafíos a los que se enfrentan nuestros países son comunes, aunque puedan variar de grado, y sólo de manera conjunta podremos hacerles frente.

¿No habría que discutir, por ejemplo, mucho más que hasta ahora de la digitalización, como se está haciendo ya en Alemania, pero no solo desde el punto de vista tecnológico, sino también de sus profundas consecuencias sociales?

¿No habría que tratar no solo, en plan optimista, de los nuevos tipos de empleos que pueden crearse en ese proceso, sino de modo más realista en los millones de trabajadores que perderán por su culpa el suyo?

Estamos viendo ya el creciente impacto de la robotización en la economía, desde el trabajo de almacén, de fábrica o de oficina hasta la conducción de vehículos, por citar solo los más obvios aunque es algo que afectará y no dentro de mucho a todos los sectores de la vida.

¿No sería ya hora de pensar en aplicarles, por ejemplo, a los robots que sustituyan, con incremento de la productividad y de los beneficios para las empresas, algún tipo de impuesto?

¿Cómo se van a seguir si no pagando un día las pensiones, como se va a sostener el Estado de bienestar si cada vez más robots dominan las actividades económicas?

Ni los gobiernos ni los partidos pueden seguir escondiendo la cabeza debajo del ala. No basta con tratar el tema de la digitalización hablando solo del ancho de banda o la velocidad de internet o de la conveniencia de poner ordenadores en cada escuela.

Pero hay otros muchos asuntos que solo vamos a poder resolver a nivel europeo como puede ser el establecimiento de estándares sociales mínimos para impedir el dumping salarial o la prohibición de la actual competencia fiscal entre países.

¿No habría también que crear cuanto antes un seguro de desempleo europeo para paliar al menos algunas consecuencias más nefastas de la globalización y poner condiciones y límites a las externalizaciones?

¿No deberían también los sindicatos pensar en clave europea y ocuparse no solo de los afortunados que tienen trabajo sino también del ejército creciente de desempleados, que tanto debilita el poder de negociación de los trabajadores?

¿No deberían exigir los ciudadanos más medidas contra el calentamiento del planeta e impedir que los poderosos lobbies de la industria tengan siempre, como ocurre ahora, la última palabra?

No puede ser que los populismos nacionalistas y de derechas se sigan arrogando, como ocurre ahora en tantas partes, la representación de los intereses de las clases trabajadoras.

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