Los fotógrafos callejeros protagonizaron el 12 de julio de 1955, festividad local, una singular gresca en Monteporreiro, durante la celebración de la popular romería de San Benito, que a punto estuvo de acabar mal. Un intruso que hacía su agosto entre los asistentes, foto aquí y foto allá, recibió una soberana paliza por parte de unos profesionales hartos de tanta competencia desleal.

En estado de semiinconsciencia, el hombre dio con sus huesos maltrechos en el río Lérez y algunos presentes tuvieron que intervenir y lanzarse al agua para sacarlo a flote y quizá salvarle la vida.

Cuando el gobernador civil, Elías Palao Martialay, recibió un parte del incidente, al momento se percató de la gravedad de la situación y decidió actuar en consecuencia tras escuchar las quejas de una comisión de fotógrafos ambulantes de Pontevedra y Vigo. Al año siguiente, el nuevo gobernador, Rafael Fernández Martínez, presentó como un gran logro personal la ampliación del cupo de autorizaciones por parte de la Dirección General de Seguridad hasta los 300 fotógrafos ambulantes en toda la provincia.