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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

Las reformas

Así que, ahora que todo el mundo -incluidos los que hace un par de meses como quien dice- se ha puesto a reclamar reformas en la Constitución y el Estatuto de Galicia de una forma que recuerda a los juegos infantiles en que se excitaba a los corredores al grito de "tonto el último", quizá sea buen momento para algunas observaciones. Como opinión personal, desde luego, pero seguramente compartida por no poca gente, que el asunto está actualizado por los úlltimos acontecimientos pero no se puede considerar en absoluto una novedad.

La primera de esas observaciones ha de referirse a un dato pintoresco; los que con más vehemencia exigen reformas en ambos textos son los grupos de En Marea y del BNG, que no quieren esta Constitución ni reformada, sino otra del todo distinta, y que en lo del Estatuto proponen algo muy parecido a un estatus -que no es lo mismo- con un nivel de competencias tan alto que en realidad supone una carta de independencia declarada de otro modo. El problema es que nadie sabe quién decide en EM y todos que la ley del Bloque la dicta la UPG. Y son distintos.

En cuanto al PSOE, su por ahora Portavoz -pasado mañana se sabrá si lo sigue siendo o no- no acertó a explicar bien lo que propone -quizá porque el mando aún no se lo dijo-, aparte la consigna de "diálogo" que tampoco especifica con quién. Estuvo flojo, como si temiese que el presidente Feijóo le recordase su provisionalidad en el cargo. No le hizo falta a don Alberto, que se proclamó "militante de la Constitución" -como una gran mayoría de gallegos-, aceptó la necesidad de reformar los textos básicos en niveles diferentes y afirmó que no es el momento.

Quien esto escribe no es partidario del juego habitual de pronunciarse sobre quién ganó y quién perdió porque eso es cosa de examinadores, y en democracia los únicos que deben jugar ese papel son los votantes. Desde un punto de vista particular, la impresión dada por Alberto Núñez fue más sólida, con las ideas más claras y mejor expuestas que sus adversarios; no se declaró contrario a las reformas de los dos textos básicos pero insistió en que hay un momento para cada cosa y que "en lo referente al Estatuto" -significativo matiz- ese momento no era este.

Así las cosas, el análisis de qué reformas habrán de efectuarse en Constitución y Estatuto, tendrán que recoger las obvias que determine el paso del tiempo a la vez que otras para rectificar aspectos que se incluyeron en 1978 para resolver o paliar problemas y no han hecho sino complicarlos. Especialmente en materia de competencias -Educación, Sanidad y Orden Público-, lo que no gustará a los nacionalistas y pondrá a prueba lo que en el fondo nadie sabe si existe: la lealtad institucional suficiente como para que cualquier acuerdo dure. Porque sin él, sin un acuerdo, nada sólido será posible.

¿ O no??

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