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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El precio

Es probable que algunos le llamen "obsesión" a lo que siente el señor presidente de la Xunta hacia Vigo, igual que otros dirán que sólo se trata de "atención". Los pragmáticos acaso hablen de "lógica", pues sus referencias se producen casi siempre con ocasión inauguratoria o en un anuncio durante una visita o tras una decisión de su gobierno. Por eso unos cuantos, entre otros quien esto escribe, prefieren el término "normalidad". Y parece curioso, pero posible, que todo sea exacto aunque "suene" contradictorio.

Nadie sensato podría negar que en su atención a la ciudad más importante de Galicia exista una especie de obsesión porque salgan bien cuantos más asuntos, mejor; al fin y al cabo, es el lugar geográfico del antiguo Reino de donde salen más frecuentes, y duras, críticas hacia su tarea de gobierno. Un dato que en cualquier político serio causaría una preocupación reflexiva, y no sólo por razones electorales -que también- cuanto por una sensación de injusticia, a la que aludió el señor Feijóo en su entrevista a este periódico.

Queda dicho que en esas aparentes contradicciones puede haber motivos razonables. Porque es verdad que en términos materiales, y -si se quiere- contables, existe desigualdad evidente entre las inversiones realizadas durante muchos años entre el norte/centro y el sur de Galicia; y que eso causó desequilibrio. En algunos casos por motivos razonables, pero en la mayoría no. Y eso ha generado en Vigo y en muchos puntos de las "zonas olvidadas", desconfianza y tensiones que han ido en aumento.

Y esa situación -imputable a todos los gobiernos que en España han sido- provocó creciente malestar porque la corrección de errores ha podido ser tardía e insuficiente. Y también porque a pesar de lo obvio, no sólo se han desmentido sino que se ha intentado descalificar a quienes los denunciaban. Por eso hablar de "guerras norte/sur" e imputarlas siempre a los mismos por "victimismo" o "localismo" es, aparte de otra grave equivocación y un análisis equivocado, una auténtica estupidez.

En este punto, es inevitable una referencia a la obvia intención de aprovechar los olvidos o agravios, exagerándolos o manipulándolos para, con fines puramente electorales, desgastar a la Xunta y a su presidente. Con gran éxito, a juzgar por los resultados de las últimas municipales -lo que, de paso, confirma la existencia de los errores gubernamentales- y los sondeos de las próximas, pero también un coste notable: lo de "la Xunta nos maltrata", eslogan muy parecido a otro, de "moda" e injusto, sólo genera antipatía y puede que insolidaridad. Y eso, que ya se vio en cuestiones graves, resulta un precio demasiado caro.

O no??

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