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José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

Cuentos mexicanos, cuentos chinos

En la ciudad donde resido se confirmó lo que ya se anticipaba hace unos meses: la empresa estatal mexicana Pemex renuncia a su proyecto de construir una terminal de distribución de hidrocarburos en el llamado "puerto exterior" de Punta Langosteira. El proyecto, iniciado en el mes de agosto del año 2012, había previsto optimistamente una inversión inicial de 57 millones y se iba a desarrollar sobre una superficie de 30.000 metros cuadrados, pero la crisis económica que sufre el país azteca y la bajada de precio de los hidrocarburos en el mercado mundial la han hecho desistir.

Al menos esa es la versión oficial, porque ya desde el principio de esta fallida operación hubo motivos para la desconfianza. En mayo de 2013, justo un año después de la firma del compromiso los propagandistas de turno calificaron de "histórico", la compañía mexicana retrasó hasta 2016 el inicio de unas obras, que ahora se suspenden definitivamente.

Algunos de los firmantes de aquel protocolo inicial (por ejemplo el presidente de la Xunta de Galicia y el presidente de la Autoridad Portuaria) deberían de dar alguna explicación sobre el fiasco pero ya es sabido que la realidad tiene mucha peor fotogenia que los actos de propaganda política y cuando se hizo el intercambio de papeles a la vista del público faltaban apenas dos meses para las elecciones autonómicas de 2012.

Una explicación, por cierto, que debería de ser extensible a otro de los proyectos estrella de aquel año mágico como es el de la compañía china Beijing 3E que solicitó ocupar 120.000 metros cuadrados en los muelles de Langosteira donde iba a invertir 270 millones de euros en una planta de reciclaje de aceites navales.

Desde entonces no se ha vuelto a tener noticia de los chinos aunque eso no impide que el optimismo de las autoridades portuarias se mantenga en pie con la excusa de que la burocracia del gigante asiático es casi tan lenta como la española y un retraso de siete años es cosa normal en cualquier clase de trato. Pese a todo, el entusiasmo de los propagandistas por el futuro del llamado "puerto exterior" de Punta Langosteira no decae y ahora anuncian que el fracaso (temporal a lo que parece) de los proyectos chino y mexicano será compensado con creces con la iniciativa de otra empresa, Deep Water Oil Transhipment Hub, que pese a esa larga denominación en inglés resulta que es española.

La historia del proyecto de construcción del llamado "puerto exterior" (una iniciativa que ya ha supuesto un desembolso cercano a los 1.000 millones de euros sin que se disponga todavía de acceso por ferrocarril) ha sido azarosa desde el principio. Empezó, tras el naufragio del Prestige, como una ocurrencia especulativa del entonces alcalde Francisco Vázquez, que proyectaba convertir los muelles antiguos en solares edificables y pagar con su venta parte de los muelles nuevos. El pelotazo urbanístico iba a ser de los que hacen época pero la crisis de la burbuja inmobiliaria hizo el proyecto inviable y desde entonces el llamado "puerto exterior" solo aparece en los medios para dar cuenta de sonados naufragios empresariales en el interior de la nueva dársena. Como el mexicano y el chino. Lo demás son cuentos.

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