Las entidades sociales que otrora tuvieron una enorme importancia en pueblos y ciudades están casi todas, por no generalizar, de capa caída. La oferta de actividades que se hacen en ellas no satisface a la gente de hoy y léase, especialmente, a la juventud, que prefiere pasar de liceos y casinos, lo que merma sensiblemente sus masas sociales y pone en peligro, cuando no en agonía, su futuro. El Liceo Casino es una clara muestra de esta triste realidad y, tras décadas de existencia, antes por separado Liceo de Artesanos y Liceo Casino y mucho después fusionadas, la cosa está que se tambalea. En la actualidad utilizan esta sociedad un pequeño grupo de los ya pocos socios que le quedan, con respecto a hace 30 o 40 años y se da la circunstancia de que, a pesar de ello, solo con el denodado esfuerzo de la junta directiva que preside Augusto Casal y la colaboración participativa de ese grupo social, se ha conseguido acabar de pagar lo que restaba de los créditos en que se metió la sociedad para intentar salir a flote en otras épocas. La asamblea dejó claro que no hay, de momento, quien se atreva a ponerse al frente para dar un nuevo impulso tras la decisión de los actuales gestores de pedir merecido descanso y relevo. Con todo así, el mes que viene habrá otra nueva reunión y mucho me temo que, si no hay valientes, el cierre será inmediato. Una pena.
