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En el Pámpano, bajo tierra

Hoy solo hablamos de comer. Bajé 12 metros por unas escaleras laberínticas y estrechas y entré en un espacio excavado en la tierra hace más de 300 años para el reposo en silencio del vino. Estaba a unos kilómetros de Zamora, en ese pueblo llamado El Perdigón horadado hace siglos para bodegas, donde fui a cenar a el Pámpano, que me recomendó un amigo vigués. ¡Qué sorpresa esas bóvedas acoñadas que sirven de techo a los dos comedores del restaurante, qué agradable la parlanchina camarera, Lili, hija de zamorano y nigeriana pero más española que nadie, qué buenas las brasas que allí te encuentras! Alberto de la Torre y su mujer, Choni Núñez, temporalmente de baja por una caída pero que habéis conocido en la cocina unos cuantos vigueses, son los que han levantado hace 20 años esta cueva gastronómica en la que hacen de perilla la paletilla lechal al horno y el pulpo a la brasa o las carnes rojas, y donde yo me bauticé con unas deliciosas morcillas y unas chuletillas de cordero con un remate de queso en aceite. ¿El vino? Un toro Dominio del Bendito. ¿Sabes lo que es comer bajo la tierra? ¡Cuánto han peleado Alberto y Choni por darle vida a esta bodega, cuya página web está haciendo precisamente un vigués!

En Asturias, como en casa

Al día siguiente había quedado en Luarca con unos cuantos vigueses como Carmen González, Álvaro Cayetano, Es Martínez, Flora Prado, Rosa Loira, Rosa Carrera y Fernando Crespo, convocados por la también viguesa María Comesaña que allí habita para celebrar el centenario de la empresa Pinturas Luarca, que dirige su marido y en la que el que más trabaja es él mismo. ¡Qué festorrón en las afueras, tras unas palabras de felicitación a una empresa en la que empresarios y trabajadores parecen uña y carne, aunque parezca increíble! Mientras, se asaban durante horas desde la luz del alba unos corderos a la estaca que dieron una de las carnes más sabrosas que he comido en los últimos tiempos. ¡Y vaya mesas bien abastecidas de productos asturianos, desde los bollos preñaos a la pegarata, desde los frixuelos hasta el queso picón sin olvidar la sidra que se escanciaba sin pudor! Cuando estás entre asturianos, siendo gallego te sientes como en casa.

De los callos a las 3 "p"

Al día siguiente, de vuelta a casa, comimos en El Café, un restaurante sencillo pero muy acreditado por su cocina, sito en Oviñana, parroquia de Cudillero pegada al hermosísimo Cabo Vidio. Gambitas fritas de entrante (menudas, saladas, riquísimas), centolla (con huevo cocido por si quieres trocearlo), fritos de Pixín (rape, deliciosos), "callos a las 3 p" (pequeñines, picantes y pegajosos) y un Rioja excelente. El camarero, al decirle que éramos de Vigo, nos dio saludos para Pepe Cadavedo. Claro, es su tierra. Coño con Pepe. Muy buen precio. Luego, visita a Cudillero para hacer digestión con su belleza. Entré en la pequeña capilla del Humilladero, de estilo gótico y planta cuadrada, donde cuando le echaba una moneda al peto de San Antonio, me espetó una anciana que hacía lo mismo en el de no sé qué Virgen: "Si busca novia san Antonio no le fallará". Le di las gracias y nos fuimos a la terraza del Don Vito Corleone a tomar un gin tonic con música de los 60-70 y temas de los Sirex, los Lone Star? monomanía del propietario. ¡Qué bello estaba Cudillero, aunque con demasiados carteles de "se vende"!

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