Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La fiesta

Cada año, y con motivo de la llamada "fiesta del trabajo", que nunca cambió de nombre a pesar de que durante casi una década el trabajo no ha estado para fiestas, se plantea el debate acerca de si aún tiene sentido la celebración, sin que se haya encontrado la respuesta que satisfaga a todos. Lo que sí se admite por muchos es que su sentido ha cambiado, como probablemente deberían haber cambiado las orientaciones de los sindicatos organizadores, pero esa es otra historia; en España -y en Galicia- apenas ha variado algo en la formalidad pese a que la realidad es distinta.

Naturalmente, esto que se ha dicho es sólo una opinión, pero la respaldan no pocos argumentos. Porque el declive de la fiesta, que ya es casi sólo un tiempo de ocio, como el de la fuerza sindical que no ha mucho movía multitudes, ahora apenas resulta apéndice de algunos partidos -como en la antigua época- de cuyos programas son meros repetidores o, como mucho, coautores. Y eso se nota en la calle, que en amplio porcentaje cada vez confía menos en sus "defensores", y también entre los trabajadores, demasiado utilizados con fines diferentes a los que proclaman.

Todo ello, desde luego, admite matices y hasta réplicas, pero al final suele consultarse la relación de hechos medibles, que recortan el espacio de lo opinable. Y parece indiscutible que si en los momentos más agudos de la crisis se registró un teórico aumento de la influencia sindical, y con él un crecimiento de la militancia, pero también es cierto que parte de ese fenómeno se debió a la aparición de los ERE y la creencia inicial de que el carnet de un sindicato protegería del despido a quien lo portase. Y cuando eso no ocurrió, que fue pronto, el ascenso cesó.

Hay más motivos, aparte de los citados, en los que podría asentarse la afirmación de que este es un momento de cierta decadencia sindical. Lo cual no quiere decir que sea definitiva y terminal, pero desde luego sí que debilita no sólo a las organizaciones sino a la causa que pretenden defender. Entre esos otros motivos cuenta la excesiva belicosidad de algunas centrales y la memoria de no pocos colectivos laborales, que recuerdan que unas cuantas de las empresas cerradas lo fueron en gran medida por esa belicosidad se cerraron vías posibles de solución.

Es evidente que con lo dicho se busca una reflexión serena y no, en modo alguno, negar la utilidad e incluso la necesidad de los sindicatos en las sociedades democráticas. Ni tampoco su representatividad, aunque ésa pueda medirse de manera diferente y por tanto no debiera establecer doctrinas. Hoy, muchos reconocen la urgencia de modernizar esas organizaciones y revisar su papel en el marco de las exigencias que plantea la necesidad de terminar definitivamente con la crisis y combatir eficazmente la desiguald que generó. Y, así, tener la fiesta en paz.

¿No??

Compartir el artículo

stats