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Joaquín Rábago.

Encomiable iniciativa australiana

Los australianos le hablan a uno siempre con orgullo de una campaña nacional de limpieza que se inició en 1989 en el puerto de Sydney y se extendió rápidamente no solo al conjunto del país sino que encontró pronto imitadores también en otros lugares.

La impulsó un aficionado a la vela que, en la vuelta al mundo que había hecho dos años antes a bordo del yate "Spirit of Sydney", se sintió asqueado por toda la basura, sobre todo plástico, que encontró flotando en los mares, en especial en el llamado mar de los Sargazos.

A su regreso a Sydney, el deportista decidió junto a un grupo de amigos una iniciativa para limpiar el puerto, a la que se apuntaron el primer año nada menos que 40.000 vecinos.

El año siguiente se instituyó una jornada de limpieza a escala nacional, que se bautizó en inglés "Clean Up Australia Day" y en la que tomaron parte 300.000 voluntarios, cifra que desde entonces no ha dejado de crecer.

En los 26 años transcurridos desde entonces, los australianos han dedicado más de 31 millones de horas a la limpieza del medio ambiente y han eliminado, según explican sus promotores, más de 331.000 toneladas de residuos.

La iniciativa tuvo tal éxito que en 1993 fue adoptada incluso por las Naciones Unidas en el marco de su programa de protección del medio ambiente, y hoy se calcula que son unos 40 millones los voluntarios que participan en campañas equivalentes en otros países.

En Australia, desde donde escribo estas líneas, lo hacen tanto los ciudadanos a título individual como las escuelas y las empresas. Estas últimas deben hacer una aportación de 150 dólares australianos (unos 106 euros) que se dedican a la compra del necesario material.

Más de 2.200 escuelas de primera enseñanza además de cientos de grupos juveniles, entre los que se sacos y pares de guantes, se dedican a recoger toda la basura que encuentran en lugares previamente seleccionados.

La jornada de limpieza de Australia tiene lugar el primero domingo de marzo de cada año y es motivo de orgullo para este país, donde tirar basura está sancionado con multas draconianas.

Así, por ejemplo, arrojar colillas al suelo está castigado con 200 dólares australianos (unos 137 euros), y si se trata de algo que puede "crear peligro público", por ejemplo, trozos de vidrio, de metal, cigarrillos encendidos o substancias tóxicas, la multa llega a 500 dólares (unos 344 euros).

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