Cuando aún andábamos en patalón corto y estábamos obligados a recoger las patatas a principios de verano, pasábamos tiempo con las ya veteranas jornaleras. El rancho era un momento fundamental en la jornada. Recuerdo que exigían a mi abuela determinadas viandas en el menú y que no faltara el vino. Comer de rancho tiene su truco. Hay que ser rápido y no entreternse, porque maldito el bocado que se perdía. En una ocasión, a una curtida trabajadora del jornal a la que el marido se le había muerto en la vía del tren trataban de distraerla sus compañeras, consciente de lo eficaz que era ella con el rancho. Para entrenerla y que hablara algo más y comiera menos, sus compañeras le preguntaron de qué se había muerto su marido para que explicara el trágico accidente. Ella no se cortó. De inmediato dijo: de repente, y continuó comiendo. Viene esto a cuento porque al alcalde de Cangas, Xosé Manuel Pazos, le preguntaron ayer por el trágico accidente que le costó la vida a Manuela Molanes. También él fue rápido. No dudó en señalar de inmediato que se trataba de una carretera de la Diputación Provincial. Con dos palabras regateó cualquier intento de involucrar al Concello en esta tragedia. También él sabe comer de rancho.
