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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La movida

Con las cosas como están en el PSOE gallego -y ya ni se diga en el federal- hacer pronósticos a corto o medio plazo resulta una aventura arriesgada. Necesitado de temple para desarmar el sanchismo y aplicar remedios contra el contagio podemita, tendrá -la gestora que preside Javier Fernández- que templar gaitas y dejar pasar el tiempo hasta que sanen las heridas de la abstención. Y, entre tanto, afrontar el desafío de Pedro Sánchez, que amenaza con volver y quiere prisa para que no le olviden los "suyos".

Ese duelo, que puede significar una ruptura final y la pérdida aritmética y política de su papel de liderazgo de la oposición, se va a vivir también en Galicia. Con otras características, porque aquí el PP dispone de mayoría absoluta y a su izquierda hay ahora poco más que caos; pero que no carecerá de ferocidad porque será otra ocasión para saldar viejas cuentas, bastantes de ellas personales y con antigua fecha de origen, lo que las hace especialmente difíciles de cuadrar.

Hay más diferencias, conste. Entre ellas una, temporal, que puede jugar a favor de los que antes eran críticos y, tras las dimisiones de Sánchez, se han convertido en lo que el simplismo del lenguaje político llama "oficialistas". Y que vienen preparando una operación de amplio espectro contra los tenidos por sanchistas hasta el sábado y ahora parecen descolocados en una gestora fantasma con los días contados.

En ese marco de confrontación en apariencia inevitable, toma especial relevancia la última -por ahora- reunión de la presidenta de la Diputación de Pontevedra, Carmela Silva, con el alcalde de Vigo -que comanda también la FEMP- y hasta otros veinte cargos públicos socialistas de esa provincia. El objetivo real era prepararse para la batalla que saben próxima -aunque ahora quizá haya perdido virulencia- y ese objetivo de cohesión y estrategia parece logrado. Lo que queda pues es esperar y ver.

En este tiempo procede alguna reflexión que se formula, como siempre, tan sólo desde la opinión personal de quien la firma. La primera resulta sencilla: el PSOE gallego, como el federal, trasciende las personas, y su cultura democrática lo hizo sobrevivir siglo y medio al servicio de unas ideas y un país. Y toda discusión o pugna interna no puede prescindir de esa historia ni confundir el mesianismo de algún exdirigente con la posible necesidad de una actualización, que no refundación.

La segunda reflexión es que la "movida" -por usar un término "moderno"- ha de estar por encima de las ambiciones y objetivos individuales, urbanos o territoriales: es Galicia entera la que precisa una alternativa sensata que cambie las cosas, no que las revolucione. ¿Eh...?

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