El historiador Ángel Viñas ha vuelto con su pasión intelectual: los entornos de la guerra civil, la República, el franquismo y el papel pre y postbélico de los ingleses.
Su último libro "Sobornos" trata de las gestiones de Inglaterra para impedir que España entrase en la segunda guerra mundial, al considerarlo sumamente perjudicial para sus intereses y el curso de la contienda.
La argucia de Churchill para conseguirlo fue sobornar a los principales militares que ayudaron a Franco a ganar la contienda civil. Para ello recabó la ayuda de Juan March, el financiero que había comprado el famoso aeroplano "Dragon Rapide", que trasladó a Franco desde las Canarias, donde estaba "confinado", hasta Tetuán para iniciar el levantamiento.
March, un personaje enigmático, cuya influencia en este tiempo fue enorme, se granjeó el concurso de Nicolás Franco para que España no rompiera la neutralidad, que su hermano el general manejó durante los dos primeros años, cuando las tropas alemanas arrasaban Europa y bombardeaban Londres.
El propio Franco comunicó a Hitler su negativa, en la famosa cumbre de Hendaya de 1941. El líder nazi, que al principio no consideraba relevante que España entrase en guerra, había cambiado de opinión. Franco lo compensa con el envío de la División Azul, una analogía de lo que fuera la Legión Cóndor en la guerra española, que al finalizar embarcó en Vigo de vuelta a Alemania.
Vigo, en opinión de Ángel Viñas, desempeña indirectamente un protagonismo importante en la decisión del distanciamiento británico de la República, a través de un personaje aparentemente modesto, pero cuya actuación será clave: el cónsul Harold Oxley.
El historiador relata en el libro "La conspiración del general Franco" la decisiva actuación del diplomático vigués ante el Foreign Office, al que envió un documento sobre la eventual caída de España en manos de la URSS si Inglaterra apoyaba a la República. Por su origen, el documento merece el crédito de las autoridades británicas y condiciona su actuación.
Ni que decir tiene que el libro de Ángel Viñas, con un título tan del momento -"Sobornos"- cuando el término corrupción es de uso cotidiano en la política nacional, aporta una gran cantidad de datos en defensa de su tesis. Un libro que merece la pena leer, como todos los suyos, para cuantos sientan curiosidad por aquel periodo histórico del que cada vez quedan menos testigos presenciales, pero que sigue acaparando la atención de multitudes.
El autor se define desmitificador del franquismo, pero sobre todo es un debelador de la figura del general Franco, a quien atribuye todos los males.
Es un historiador riguroso, sin comparación con los activistas y políticos que pretenden modificar el resultado de la guerra civil en los despachos ochenta años después, sustituyendo las placas de las calles con los nombres de los vencendores por otras de los perdedores.
Ángel Viñas busca la verdad y quiere explicar y desentrañar las causas de la derrota republicana de manera racional. Opina que si Francia, y sobre todo el Reino Unido, hubieran estado al lado de la legalidad, la suerte de la República no hubiera sido la misma.
Como anglófilo no comprende que Inglaterra, cuna de la democracia y de lo mejor de la política, haya dejado tirada a la República y simpatizase con los sublevados. Se puso a buscar las causas y las encontró en un personaje secundario. Porque la historia la construyen los pueblos y la coronan los líderes, que firman la guerra o la paz, pero la tejen personajes de segundo rango, que a veces influyen decisivamente en los acontecimientos. En este caso, era Oxley, el cónsul que pasó a su gobierno el informe sobre la comunistización de España.
Ángel Viñas andaba persiguiendo la causa de la equivocación británica, a la hora de decantarse por una de las partes enfrentadas en España, y quedó tranquilo al encontrar el causante. Era un cónsul que estaba en Vigo.
Ahora ha recuperado su anglofilia atribuyendo al Reino Unido la neutralidad de España en la guerra mundial.
