Sin ninguna duda, que el proyecto Área Metropolitana de Vigo salga adelante es una excelente noticia. Los espacios supramunicipales son fundamentales para prestar mejor algunos servicios y para planificar políticas autonómicas y estatales, sea en el ámbito sanitario, educativo, turístico, o de infraestructuras de transporte. A los distintos responsables que han conseguido llegar hasta aquí hay que felicitarles por la parte que le toca a cada uno.

Sin embargo, lo más difícil está por llegar. Porque la experiencia demuestra que proyectos similares en otras partes de España han fracasado por diversos problemas que tienen que ver con la gobernanza del área o con su colisión con otros niveles de gobierno y espacios de decisión. En concreto, me preocupan tres riesgos.

El primero es la relación del municipio central con el resto. Por dimensión, es evidente que a Vigo le corresponde el liderazgo. Pero debe ser un liderazgo ejercido con habilidad y basado en la búsqueda de consensos o amplias mayorías; evitando la formación de bloques de municipios en función del partido que los gobierna; o el enfrentamiento con otros niveles de gobierno por diferencias políticas.

El segundo riesgo tiene que ver con entender el rol que le corresponde a cada uno. El Área metropolitana no es un sustitutivo del gobierno autonómico. El área es un espacio para la prestación conjunta de algunos servicios locales y para la planificación de las políticas autonómicas con base territorial. Solo en algunos casos y de forma limitada, esta planificación puede conllevar cesión de competencias ejecutivas. Y es cierto que sería un error que la Xunta no escuchase los argumentos y sugerencias de los responsables del Área. Pero ir más allá es un pasaporte al fracaso.

El tercero y último se refiere a la convivencia del Área con las demás instituciones públicas y privadas. El protagonismo del Área no debe pretender fagocitar al resto. En particular, instituciones como el puerto, la universidad o la Zona Franca de Vigo tienen sus propias funciones y estrategias. Y, al menos en el caso de las dos últimas, creo que se puede estar más que satisfecho con sus trayectorias. Los éxitos de la Uvigo son incuestionables merced, en buena medida, a una acertada estrategia global desde hace casi dos décadas. En el caso de Zona Franca, los últimos años han supuesto un giro inteligente y claro en sus actuaciones, volcándose más en la generación de espacios de innovación y germinación de nuevas empresas y arrastrando a la propia Consellería de Economía e Industria en el diseño de las políticas autonómicas. Lo que necesita Zona Franca es que le dejen seguir trabajando en la misma línea y con la misma autonomía que hasta ahora.

*Director de GEN (Universidade de Vigo)

@SantiagoLagoP